11 mayo 2007

La racionalidad del fenómeno de los ataques suicidas del radicalismo islámico

Los ataques suicidas no son un fenómeno nuevo, y se han incrementado exponencialmente a lo largo de las dos últimas décadas. Muchos países en todo el mundo se han visto obligados a luchar contra los ataques suicidas. Los activistas radicales islámicos eligen este método para atacar objetivos civiles y militares en muchos países, tales como Turquía, Chechenia, Irak, Gran Bretaña, Estados Unidos, Jordania, Egipto, Indonesia, Israel, India, etc. Además, se han descubierto y desbaratado varios complots en otros países del mundo, antes de que los atacantes pudieran llevar a cabo sus planes.
Los ataques suicidas se han convertido en el modus operandi más peligroso del terrorismo moderno. En cierto sentido, el ataque suicida es la “bomba inteligente” de los terroristas. El atacante suicida no es entonces más que una plataforma que lleva la carga explosiva hacia su objetivo o blanco. Sin embargo, esta plataforma puede pensar y, por lo tanto, cuidar de que esta carga explosiva sea detonada en el sitio adecuado y coordinar todo de manera de crear el máximo de matanza y destrucción.

Precisamente por esta razón, más del cincuenta por ciento de bajas por terrorismo en Israel entre 2000 y 2005 (Al-Aqsa Intifadah) fueron causados por ataques suicidas. Y los ataques suicidas en Israel durante este periodo representaron menos del uno por ciento de todos los ataques terroristas. El fenómeno del ataque suicida, por lo tanto, ha estado convirtiéndose en una amenaza que pone en peligro la seguridad del mundo. Varios Estados se ven en la necesidad urgente de explorar nuevos métodos para frustrar estos ataques, limitar sus efectos y encontrar nuevas tecnologías y regulaciones que ayuden a reducir el alcance de este fenómeno. Una de las posibles amenazas futuras que debe considerarse es la combinación del ataque suicida con el uso de materiales no convencionales.

Hay varios debates con respecto al motivo del incremento del fenómeno de los ataques suicidas en la última década, y pueden darse varias respuestas.

Algunos dirán que la respuesta yace en el ámbito de las quejas y motivaciones de los perpetradores, otros argumentarían que se trata de un resultado de naturaleza religiosa radical de terrorismo internacional. Pero la respuesta más simple es: porque funciona. Es efectivo y muy beneficioso desde el punto de vista de las organizaciones terroristas que inician, planean, preparan y ejecutan estos ataques. Esta es la razón por la que casi todos los ataques suicidas son “ataques organizados” y no el resultado de una “iniciativa personal” (una persona que decide cometer un ataque terrorista por protesta o venganza; un perpetrador que no fuera enviado a su misión por ninguna organización). El fenómeno de los ataques suicidas es un fenómeno organizado. Por lo tanto, puede decirse que sin la iniciación, planificación, entrenamiento y preparación de la organización no habríamos presenciado el apogeo de este fenómeno, o por lo menos no en la escala que experimentó el mundo en los últimos diez años.

El ataque suicida es el eslabón más moderno en el desarrollo de los ataques con bombas, que han sido utilizados por los terroristas durante muchos años.

El típico ataque con bombas llevado a cabo durante las décadas de 1970 y 1980 era con bombas de tiempo. Este modus operandi fracasaba a menudo debido a una detonación temprana o tardía sin que muchas personas estuvieran concentradas en la proximidad inmediata de la explosión, o como resultado de la detección por fuerzas de seguridad o por civiles antes de la detonación. Más tarde, durante la década de 1990 las organizaciones terroristas comenzaron a emplear controles remotos para detonar sus explosivos. El control remoto le brinda al atacante la capacidad de detonar la bomba con una coordinación óptima para causar el máximo número de bajas y daño. Los perpetradores pasarían de contrabando los explosivos dentro de la ubicación del objetivo, los camuflarían u ocultarían y luego esperarían afuera del sitio del objetivo hasta que cierta cantidad de personas se reuniera cerca de la bomba. Solamente entonces detonarían la bomba desde una distancia segura y matarían a tantas personas como fuera posible. Sin embargo, una vez que plantaban la bomba en el sitio no podían moverla a otro lugar u objetivo, y todavía quedaba el peligro de una detonación temprana.

El ataque suicida, como la bomba inteligente, es la táctica más sofisticada usada por las organizaciones terroristas dado que le da al perpetrador el control del tiempo y la localización del blanco del ataque, y por lo tanto produce el máximo número de bajas y daño.

Muchos atacantes suicidas palestinos fueron enviados a llevar a cabo ataques contra objetivos específicos, y decidieron cambiar el blanco de su misión a último momento y atacar a un objetivo distinto en la misma área o incluso viajar a otra población o ciudad y detonarse a sí mismos en un blanco que fuera mucho más loable en sus ojos, y mucho más multitudinario. Ellos no querían desperdiciar sus vidas matando a unas pocas personas en el blanco original.

¿Qué es un ataque suicida?

El fenómeno de los ataques suicidas ha atraído la atención de muchos estudiosos, y se han escrito recientemente varios artículos y libros sobre este tema. En muchos casos, las investigaciones cuantitativas y sus conclusiones son diferentes, ya que usan distintas definiciones para el fenómeno de los ataques suicidas.

La definición debería ayudar a identificar y separar este fenómeno concreto de otros tipos de terrorismo. Este es exactamente el propósito de la definición sugerida en este artículo: “Un ataque suicida es un método operativo en el que el mismo acto de ataque es independiente de la muerte del perpetrador”. Es una situación única en la que el terrorista está completamente convencido de que si no se mata a sí mismo, el ataque planeado no será llevado a cabo. El no puede cumplir con su misión y quedar vivo al mismo tiempo. Es importante definir correctamente un ataque suicida dado que hay diferentes tipos de ataques que pueden ser considerados erróneamente como pertenecientes a esta categoría especial.

En varias ocasiones, el perpetrador de un ataque sale con el conocimiento de que hay una buena posibilidad de que él sea asesinado en el curso de un ataque: por ejemplo, en el intento de desbarrancar un autobús. En vez del inminente peligro para la vida del terrorista, as long as hay una posibilidad de que el ataque sea exitoso sin que él sea forzado a matarse en el transcurso de este: no debe ser considerado un “ataque suicida”. A veces, el terrorista incluso hace preparativos concretos para la posibilidad de muerte como resultado del ataque (preparando un testamento, llevando a cabo ceremonias de purificación, etc.), no obstante, estas preparaciones en sí mismas no convierten el ataque en un ataque suicida.

En algunos ataques, los terroristas están equipados con “cinturones suicidas” –explosivos para explotarse a sí mismos en caso de que algo saliera mal, como por ejemplo si fallara el ataque falla o si fuerzas de seguridad irrumpen en el edificio donde se alojan los terroristas. La existencia de tales explosivos, e incluso la decisión de usarlos, no constituye una base apropiada para definir el ataque como un ataque suicida, dado que el ataque terrorista ocurriría incluso sin la muerte del perpetrador.

Como se mencionó antes, en un ataque suicida el terrorista sabe muy bien que el ataque no se ejecutará si él no muere en el proceso. Esto es importante para enfatizar ya que sólo en este tipo de ataque el terrorista se encuentra a sí mismo en una disposición psicológica muy especial que puede ser definido como “visión de túnel”. En esta visión, él ingresa por un extremo del túnel y si decide marchar hacia el otro extremo y cumplir con su misión, es esencial su muerte. El terrorista sabe que no tiene otra opción: o presiona el botón y se mata a sí mismo y a otros, o se refrena de presionar el botón y él no muere y no pasa nada. No puede cumplir parcialmente su misión y no puede aferrarse a la esperanza de quedar vivo tras llevarlo a cabo.

En Israel, muchos ataques “en oleada” son considerados erróneamente y contados como ataques suicidas. En estos ataques, el perpetrador va a algún lugar multitudinario y utiliza el arma que tiene para matar y herir a tanta gente como sea posible, sabiendo que probablemente él muera en el transcurso del ataque o después de que se queda sin municiones. Pero todavía hay una posibilidad de cumplir su misión sin matarse a sí mismo y por lo tanto no debe considerarse un ataque suicida.

Esto es similar a un soldado que combate en una batalla muy dificultosa, y se ve superado por las fuerzas enemigas: él sabe que la muerte puede estar cerca, pero todavía alberga la posibilidad de quedar vivo al final de la batalla. El atacante suicida no tiene este privilegio. El hecho de no comprender esto, además de su especial estado psicológico, hará muy difícil encontrar las tácticas correctas y los métodos para identificarlo y neutralizarlo en los últimos momentos antes de que se detone a sí mismo.

¿Cuáles son los beneficios de los ataques suicidas para la organización terrorista?

Como se mencionó antes, el ataque suicida es un fenómeno organizado. Por lo tanto, comprender los cálculos de la organización terrorista que perpetra esta clase de ataques es crucial para encontrar maneras de contrarrestar este fenómeno. Los ataques suicidas son atractivos para las organizaciones terroristas porque les ofrece una serie de ventajas:

· La capacidad del perpetrador de controlar el tiempo y la ubicación del ataque resulta en muchas bajas y causa daño extensivo.
· Los ataques suicidas atraen una amplia cobertura mediática como un resultado del amplio número de bajas. Un ataque suicida es un evento de interés periodístico para los medios, como indicador de un despliegue de gran determinación e inclinación de auto sacrificio por parte de los terroristas.
· El terrorismo moderno es una guerra psicológica y los ataques suicidas intensifican este efecto psicológico. El número de bajas, la determinación de los perpetradores y la cobertura mediática de los ataques enfatiza el sentimiento de miedo y de ansiedad dentro de la población objetivo. La naturaleza aleatoria del ataque y la incapacidad de identificar y detener al atacante, esparce un sentimiento de desamparo que caracteriza este tipo especial de ataque en comparación con otros modus operandi de terroristas.
· Las organizaciones terroristas disfrutan de otro beneficio como resultado de la cobertura mediática de un ataque suicida: concita la atención del público internacional –los espectadores neutrales- y les da cierta legitimidad a las quejas de los perpetradores y las organizaciones terroristas. Saber que hay una persona lista para matarse en un ataque suicida disemina una creencia inmediata y un sentimiento de que este evento es resultado del sufrimiento, la desesperación y las atrocidades que el perpetrador ha presenciado o a las que estuvo expuesto.
· El ataque suicida es por lo general tecnológicamente muy primitivo. Los explosivos son baratos y fáciles de adquirir, igual que es sencillo preparar el IED (Dispositivo Explosivo Improvisado) necesario para el ataque. El dispositivo explosivo es muy simple: solamente se necesita un conocimiento básico para preparar un circuito eléctrico con una batería y un botón “on/off”. Eso es todo. Por lo tanto, difícilmente el lado técnico sea un factor limitante para este fenómeno. (El ataque del 11 de septiembre inclusive demostró que se puede ejecutar un ataque suicida masivo sin ningún explosivo).
· En un ataque suicida, tan pronto como el terrorista sale hacia su misión su éxito está garantizado. Es en extremo difícil frustrar ataques suicidas una vez que el terrorista está en camino hacia el objetivo. Incluso si las fuerzas de seguridad logran detenerlo antes de que alcance su objetivo pretendido, todavía él puede detonar la carga y causar daño. (De manera que, más que en ningún otro tipo de ataque terrorista, hay una necesidad crucial de una política proactiva contra el terrorismo. Desde que el perpetrador es enviado a su misión su éxito está casi garantizado, por lo que hay una necesidad de frustrar el ataque antes de que el perpetrador sea enviado a su misión capturando o matando al perpetrador o a otros terroristas involucrados en la preparación del ataque).
· Planificar y ejecutar la ruta de escape después de que ha ocurrido un ataque, es generalmente uno de los aspectos más complicados y problemáticos de cualquier ataque terrorista. Los ataques suicidas no requieren de ningún plan de escape.
· Ya que el perpetrador es asesinado en el transcurso del ataque suicida, , no hay temor de que sea atrapado después, interrogado por fuerzas de seguridad y que pase información que responsabilice o ponga en peligro a otros activistas.
Los beneficios acumulativos mencionados explican por qué el ataque suicida se ha vuelto tan popular en estos días y por qué las organizaciones terroristas eligen adoptar este modus operandi como táctica principal.

¿Cuáles son los beneficios para el perpetrador del ataque suicida?

Aunque los ataques suicidas son un fenómeno organizado, y la organización terrorista es un factor crucial en la explicación de la racionalidad de este fenómeno, la cuestión sigue siendo por qué una persona, en muchos casos joven, decide llevar a cabo un ataque suicida y matarse a sí misma en el proceso. Una de las respuestas y explicaciones fáciles y erróneas a esta cuestión que se plantean es el trastorno mental de los perpetradores, dado que cometen suicidio: pero ellos no están mentalmente enfermos.

El término “ataque suicida” es erróneo. A los ojos de los atacantes y su comunidad, este fenómeno no tiene nada que ver con el suicidio. El perpetrador del ataque suicida no es considerado por sí mismo, por otros activistas ni por su propia comunidad como suicida. De hecho, cometer suicidio está prohibido en el Islam. En cambio, es visto como un “shahid”: un mártir que cae en el proceso de satisfacción del mandato religioso de la “Jihad” (guerra santa). Este acto es llamado en árabe “Istishhad”. Por lo tanto, los ataques suicidas le proporcionan al “shahid” y a su familia varias recompensas sustanciales.

· Los activistas radicales islámicos que deciden convertirse en “shahids” se ven a sí mismos como mártires que están cumpliendo con un mandato divino de proteger su religión del ataque de los infieles. En varios casos, el perpetrador fue expuesto a incitaciones (por sus comandantes y clérigos religiosos directa o indirectamente mediante videos y cassettes de audio, los medios de prensa e internet) que los urge a cumplir con su obligación religiosa de dar su vida en defensa de su religión. En este aspecto, cometer un ataque suicida es considerado por el perpetrador y su comunidad entera como un paso altruista por la religión y por Alá.
· En algunos casos (palestinos, chechenos, kashmiris, irakíes y otros), la “shahid” es también vista como la comisión de un acto patrióticamente altruista por su nación llevando a cabo un ataque suicida. El atacante suicida y su comunidad creen que efectuando el ataque causará un gran daño al enemigo e infundir miedo y ansiedad en la población enemiga y el ejército enemigo, lo que resultará en el cumplimiento de sus metas políticas/nacionalistas/separatistas. (Incluso el objetivo de Al Qaeda de crear un Estado Califato para la nación musulmana –la “umma”- puede ser considerado como un objetivo político-nacionalista, además de los objetivos religiosos básicos).
· En algunos casos, los “shahids” provienen de un estrato social bajo, y llevando a cabo un ataque suicida les da un estatus socioeconómico a su familia después de su muerte. La familia del shahid se ve cubierta de honores y recibe recompensas financieras por el ataque por organizaciones caritativas islámicas o por la organización terrorista. En este aspecto, llevar a cabo un ataque suicida es considerado en muchos casos por el perpetrador como un acto altruista que beneficia a su familia.
· Además de la misión religiosa y las recompensas para la familia, el shahid también recibe algunos beneficios personales (de acuerdo con sus creencias). Llevando a cabo el ataque suicida, he alcanza la vida eterna en el paraíso, es librado de sufrir el horroroso periodo de purificación en la tumba antes de alcanzar el cielo y he gana la bondadosa compañía de 72 jóvenes vírgenes que le servirán en el cielo. El shahid también se beneficia con el privilegio de prometer la vida en el cielo a 70 de sus parientes y amigos (una vez más, este es un acto altruista que beneficia a sus amigos y parientes).

Considerando todos estos factores que constituyen un incentivo sustancial para el activista radical islámico, tan extraño que pueda sonar a los oídos occidentales, es evidente que cometer un ataque suicida es el resultado de una decisión racional. Calculando los costos y beneficios de un ataque suicida, hay claramente muchos más beneficios que costos ante los ojos del contemplador –el perpetrador.

En resumen, los líderes de las organizaciones terroristas y los shahids mismos creen que el ataque suicida es un método muy beneficioso. Cuando la comunidad entera es cubierta por muchos años con actividades educativas, incitantes y propagandísticas que elogia a los shahids y hace un llamado al cumplimiento de un mandato religioso/nacional/social/personal, llevar a cabo un ataque suicida se convierte en una decisión sumamente racional. Contrarrestar este fenómeno requiere, por lo tanto, comprender estas consideraciones y encontrar formas de cambiar los cálculos costo-beneficio de las dos partes, los shahids y las organizaciones terroristas que inician este tipo de ataque.


Atención: por razones de espacio se omiten las notas. Pueden consultarse en la página web original del artículo.
Traducido del original: The Rationality of the Islamic Radical Suicide attack phenomenon
Dr. Boaz Ganor, Marzo de 2007 (Dr. Boaz Ganor, Fundador y Director Ejecutivo del International Policy Institute for Counter-Terrorism (ICT), Deputy Dean Lauder School of Government, Diplomacy and Strategy at the Interdisciplinary Center, Herzliya, Israel)