04 febrero 2008

¿EL PAÍS DE DIOS? Segunda Parte

LOS EVANGÉLICOS Y EL TÉRMINO MEDIOLos evangélicos, la tercera de las principales ramas del Protestantismo Americano, se extienden a ambos lados de la división entre fundamentalistas y liberales. Sus creencias básicas comparten raíces comunes con los fundamentalistas, pero sus ideas acerca del mundo han sido fuertemente influenciadas por el optimismo endémico de la sociedad estadounidense. Aunque existe una considerable diversidad teológica dentro de este grupo, en general está orientado por el “Calvinismo moderado” del teólogo holandés Jacobus Arminius, del siglo XVI, el pensamiento de los evangelistas ingleses como John Wesley (que seguía la tradición del pietismo alemán) y, en los Estados Unidos, la experiencia del Gran Despertar del siglo XVIII y los posteriores renacimientos religiosos.La principal denominación evangélica en Estados Unidos es la Convención Bautista del Sur, que, con más de 16.3 millones de miembros, es la denominación protestante más grande del país. Las siguientes denominaciones protestantes más grandes son las iglesias Afroamericanas, incluyendo a la Convención Bautista Nacional (Estados Unidos) y la Convención Bautista Nacional de América (cada una cuenta con unos 5 millones de miembros). La Iglesia de Dios en Cristo (Church of God in Christ), predominantemente afroamericana, es la denominación pentecostal más grande del país, y las Asambleas de Dios (Assemblies of God), en rápido crecimiento (con 2.7 millones de miembros) son la denominación pentecostal más grande no predominantemente negra. La Iglesia Luterana Sínodo de Missouri, con 2.5 millones de miembros, es la segunda denominación evangélica más grande predominantemente blanca. Como los fundamentalistas, los evangélicos blancos frecuentemente se encuentran en congregaciones independientes y pequeñas denominaciones. Las así llamadas organizaciones paralelas, tales como la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo (Campus Crusade for Christ), los Guardianes de la Promesa (Promise Keepers), y los Traductores Bíblicos Wycliffe (Wycliffe Bible Translators), a menudo reemplazan o complementan a las estructuras denominacionales entre los evangélicos.Los evangélicos se parecen a los fundamentalistas en varios aspectos. Como los fundamentalistas, los evangélicos atribuyen gran importancia a los principios doctrinales del cristianismo, y no solo a sus enseñanzas éticas. Para evangélicos y fundamentalistas, el énfasis liberal en la ética se traduce en la creencia de que las buenas obras y el cumplimiento de la ley moral son el camino hacia Dios –una traición hacia el mensaje de Cristo, según su punto de vista. A causa del pecado original, según dicen, la humanidad es totalmente incapaz de cumplir con cualquier ley moral que fuera. El mensaje fundamental del cristianismo es que los esfuerzos humanos por agradar a Dios mediante la observancia de normas éticas rigurosas tienen que fracasar; solamente la crucifixión y resurrección de Cristo puede redimir al hombre. La admisión de la propia naturaleza pecadora y la aceptación del sacrificio de Cristo es lo que los evangélicos y los fundamentalistas entienden por “nacer de nuevo”. Cuando los cristianos liberales colocan la ética en el corazón de su teología, los fundamentalistas y los evangélicos se preguntan si estos liberales saben lo que realmente significa el cristianismo.Los evangélicos también conceden gran importancia a la diferencia entre aquellos que son “salvados” y aquellos que no lo son. Al igual que los fundamentalistas, ellos creen que los seres humanos que mueren sin aceptar a Cristo están condenados a una eterna separación de Dios. Asimismo, concuerdan también con los fundamentalistas en que la gente “natural” –aquellos que no han sido “salvados”- es incapaz de hacer cualquier obra buena por sí misma.
Por último, la mayoría (aunque no todos) de los evangélicos comparte el enfoque fundamentalista sobre el fin del mundo. Prácticamente todos los evangélicos creen que las profecías bíblicas se cumplirán, y una mayoría concuerda con los fundamentalistas en la posición conocida como pre-mileniarismo: la creencia de que el retorno de Cristo precederá el establecimiento de un profetizado reino de mil años de paz. En última instancia, todos los esfuerzos humanos por construir un mundo de paz fracasarán.

Dadas estas similitudes, no es de extrañar que muchos observadores tiendan a confundir a los evangélicos y los fundamentalistas, pensando que los primeros son simplemente una versión suavizada de los segundos. Sin embargo, existen importantes diferencias entre la cosmovisión de los fundamentalistas y la de los evangélicos. Aunque las posturas teológicas sobre estos temas pueden ser muy técnicas y matizadas, los evangélicos tienden a actuar bajo la influencia de una forma más alegre de calvinismo. La estricta posición es que el sacrificio de Cristo en la cruz fue solamente destinado al pequeño número de almas que Dios quiere salvar; las otras no tienen ninguna posibilidad de salvación.
Psicológica y doctrinalmente, los evangélicos norteamericanos generalmente tienen una perspectiva menos sombría. Ellos consideran que los beneficios de la salvación están potencialmente disponibles para todo el mundo, y que Dios da a todos la gracia suficiente como para elegir la salvación si lo desean. La estricta doctrina calvinista divide a la humanidad en dos bandos con muy poco en común. En la visión evangélica predominante, Dios ama a cada alma, se aflige de forma inimaginable cuando alguna se pierde, y busca urgentemente salvarlas a todas.
Todos los cristianos, ya sean fundamentalistas, liberales o evangélicos, reconocen por lo menos formalmente la responsabilidad de demostrar amor y compasión ante todos, cristianos o no. Para los evangélicos, esta demanda tiene una urgencia extra: miles de millones de almas malditas todavía pueden ser salvadas por Cristo. El ejemplo que los cristianos establecen en sus vidas diarias, la ayuda que dan a los necesitados, y la efectividad de su proclamación del evangelio –todo esto puede traer las almas perdidas hacia Cristo y ayudar a cumplir con el plan divino. Los evangélicos constantemente refuerzan el mensaje de la responsabilidad cristiana con el mundo. En parte como resultado, los evangélicos a menudo están abiertos, e incluso deseosos, a la acción social y cooperación con los no creyentes en proyectos para mejorar el bienestar humano, a pesar de que siguen creyendo que aquellos que rechazan a Cristo no pueden unirse a Dios después de la muerte.

Los evangélicos pueden ser difíciles de predecir. Conmocionados por las recientes encuestas que muestran que una gran mayoría de los estadounidenses rechaza la teoría de la evolución, intelectuales y periodistas en los Estados Unidos y en el extranjero se han preparado para un ataque a fondo sobre la ciencia darwiniana. Pero ninguno de estos ataques violentos se ha aproximado. La opinión pública norteamericana ha rechazado siempre al Darwinismo, incluso en estados como Alabama, Mississippi, y Carolina del Sur, que tienen grandes poblaciones cristianas activas, universidades estatales que enseñan astronomía, genética, geología, y paleontología sin preocuparse por la cosmología religiosa; y Estados Unidos continúa respaldando a la comunidad científica de mayor éxito en el mundo. La mayoría de los evangélicos no encuentra nada raro en esta aparente contradicción. Tampoco desean cambiarla –a diferencia de los fundamentalistas. El pragmatismo de la cultura estadounidense se combina con la casta un tanto anti-intelectual de la religión evangélica para crear una muy amplia tolerancia pública para lo que, para algunos, parecería ser un intolerable nivel de disonancia cognoscitiva. En el siglo XVII, la puritana Harvard se opuso a la cosmología copernicana, pero hoy la América (Estados Unidos) evangélica está en gran parte satisfecha con dejar que las discrepancias entre la cronología bíblica y el registro fósil permanezcan sin resolver. Lo que a los evangélicos no les gusta es lo que ellos llaman “cientificismo”: el intento de enseñar la evolución, o cualquier otro tema, de una forma tal que excluya la posibilidad de la existencia y actividad de Dios.

Los evangélicos son más optimistas que los fundamentalistas acerca de las perspectivas de progreso moral. La minoría post- mileniarista entre ellos (que sostiene que Cristo regresará después de mil años de paz mundial, no antes) cree que este proceso puede continuar hasta que la sociedad humana alcance un estado de santidad: que el progreso religioso de los individuos y las sociedades puede culminar en el establecimiento de un reino pacífico a través de un proceso de mejora gradual. Esta es una visión de la historia muy compatible con el optimismo de los cristianos liberales; de hecho, los evangélicos y los cristianos liberales se han unido en varios esfuerzos comunes por la mejora moral en el plano nacional e internacional a lo largo de la historia norteamericana. Aunque la mayoría pre- mileniarista es menos optimista acerca del éxito final de estos esfuerzos, los evangélicos norteamericanos frecuentemente son optimistas sobre las perspectivas a corto plazo para la mejora de la humanidad.En su libro “Imagine! A God-Blessed America: How it could happen and what it would look like” (2005), el evangélico conservador Richard Land describe y justifica este optimismo evangélico: “Creo que podría haber otro Gran Despertar en nuestro país, un renacimiento nacional… Las Escrituras nos dicen que ninguno de nosotros puede saber con certeza el día o la hora del regreso del Señor. Por lo tanto, no tenemos derecho de abandonar al mundo a su propia miseria. En ninguna parte de las Escrituras estamos llamados a apiñarnos en forma pesimista en guetos cristianos, expulsando conversos fuera del mundo”.EL EQUILIBRIO DE PODERLas últimas décadas han sido testigo de importantes cambios en el equilibrio del poder religioso en los Estados Unidos. El número de miembros de las iglesias protestantes liberales e históricamente dominantes, llegó al máximo en el decenio de 1960. Desde entonces, mientras que el número de cristianos americanos ha crecido, el número total de miembros en las principales denominaciones ha descendido bruscamente. Según Christianity Today, entre 1960 y 2003 la cantidad de miembros en las principales denominaciones disminuyó en más de un 24 por ciento: de 29 millones a 22 millones. La caída de la cuota de mercado es aún más dramática. En 1960, más del 25 por ciento de todos los miembros de grupos religiosos en los Estados Unidos pertenecían a las siete denominaciones protestantes principales; para el año 2003 esta cifra había descendido en un 15 por ciento. El Centro de Investigación Pew señala que el 59 por ciento de los protestantes americanos se identifica a sí mismo como protestante de la línea principal en 1988; para 2002/2003 ese porcentaje se había reducido al 46 por ciento. En el mismo período, el porcentaje de protestantes que se identifican a sí mismos como evangélicos se elevó del 41 al 54 por ciento.En 1965, había 3.6 millones de episcopales en los Estados Unidos –el 1.9 por ciento de la población total. Para el 2005, había solo 2.3 millones de episcopales –un 0.8 por ciento de la población total. Los miembros de la Iglesia Metodista Unida pasaron de 11 millones en 1965 a 8.2 millones en 2005. En el mismo período, los de la Iglesia Presbiteriana (Estados Unidos) pasaron de 3.2 millones a 2.4 millones, y la Iglesia Unida de Cristo vio una disminución de casi el 50 por ciento.Mientras tanto, a pesar de algunos signos de desaceleración del crecimiento después del 2001, la Convención Bautista del Sur ganó más de 7 millones de miembros para convertirse en la denominación protestante más grande del país. Entre 1960 y 2003, los Bautistas del Sur ganaron más miembros que los Metodistas, Presbiterianos, Episcopales y la Iglesia Unida de Cristo juntos. En 1960, había casi 2 millones más de Metodistas que de Bautistas del Sur en Estados Unidos; para 2003, había más Bautistas del Sur que Metodistas, Presbiterianos, Episcopales, y miembros de la Iglesia Unida de Cristo combinados.El impacto de estas tendencias en la política nacional no ha sido difícil de encontrar. Los que se identifican a sí mismos como evangélicos dan aproximadamente un 40 por ciento de los votos totales de Bush en el año 2004. Entre los evangélicos blancos, Bush recibió un 68 por ciento de los votos nacionales en el 2000 y un 78 por ciento en el 2004. (La mayoría de los evangélicos afroamericanos continúa votando a los demócratas. Entre los hispanos, Bush corre mucho más fuerte entre la creciente minoría protestante que entre los católicos; sin embargo, tanto los hispanos protestantes como los hispanos católicos tenían más probabilidades de apoyar a Bush si eran religiosamente observantes). Los evangélicos han venido desempeñando un importante papel en las elecciones para el Congreso y el Senado, y el número de auto-identificados como evangélicos en el Congreso ha aumentado, desde el aproximadamente 10 por ciento de los miembros en ambas cámaras en 1970 hasta más del 25 por ciento en el 2004.Los fundamentalistas, a pesar de un cierto aumento en su cantidad y visibilidad política, siguen siendo menos influyentes. Esto es en parte debido a que el generalizado optimismo en los Estados Unidos continúa limitando el recurso de la teología ultra calvinista. Además, la política religiosa en los Estados Unidos sigue siendo un juego de coaliciones –uno que la teología fundamentalista, que sigue considerando al Catolicismo como un culto diabólico, está mal preparada para jugar. Para complicar aún más las cosas, los fundamentalistas mismos están desgarrados entre dos posiciones políticas incompatibles: una brusca retirada de un mundo condenado y un ambicioso intento de construir una nueva mancomunidad protestante.Por último, muchos evangélicos siguen siendo resistentes a las actitudes fundamentalistas. “Creo en la palabra de Dios, sólo que no estoy loco por ella”, explicaba el reverendo Frank Page, el nuevo presidente de la Convención Bautista del Sur, tras su elección en junio de 2006.EN EL MUNDOLa creciente influencia de los evangélicos ha afectado a la política exterior de los Estados Unidos de varias maneras; dos cuestiones en particular ilustran los cambios resultantes. En cuanto al tema de las políticas humanitarias y de los derechos humanos, el liderazgo evangélico está alterando las prioridades y los métodos mientras aumenta el respaldo general para la ayuda exterior y la defensa de los derechos humanos. Y sobre la cuestión de Israel, el aumento del poder evangélico ha profundizado el respaldo norteamericano para el estado judío, incluso cuando el “establishment” cristiano liberal se ha distanciado de Jerusalén.En estos y otros casos, el poder político evangélico de hoy no está llevando a los Estados Unidos en una dirección completamente nueva. Hemos visto por lo menos partes de esta película antes: los evangélicos fueron una fuerza dominante en la cultura norteamericana durante gran parte del siglo XIX y los primeros años del siglo XX. Pero el cambio en la orientación del país en los últimos años ha sido muy marcado.Los evangélicos en el mundo angloamericano durante mucho tiempo han apoyado las políticas humanitarias y de los derechos humanos a nivel mundial. El movimiento antiesclavista británico, por ejemplo, fue liderado por un evangélico, William Wilberforce. Los evangélicos fueron consistentes partidarios de los movimientos de liberación nacional del siglo XIX (a menudo, minorías cristianas que trataban de romper con la dominación otomana). Además, los evangélicos lideraron una cantidad de campañas reformistas, a menudo con connotaciones feministas: contra el “suttee” (la inmolación de las viudas) en la India, contra la deformación de los pies en China, en apoyo de la educación femenina en todo el mundo en desarrollo, y contra el tráfico sexual (la trata de blancas) en todo el mundo. Los evangélicos también se han interesado en cuestiones relativas a África.Como los evangélicos retomaron hace poco una posición de poder en la política norteamericana, han respaldado causas similares y dado una nueva energía y apoyo a los esfuerzos humanitarios. Bajo el presidente Bush, con el fuerte respaldo de Michael Gerson (un evangélico que fue asesor principal de políticas y escritor de discursos de Bush), la ayuda estadounidense para África se incrementó en un 67 por ciento, incluyendo 15 mil millones de dólares en nuevos gastos para los programas de lucha contra el VIH y el Sida. Políticos africanos, tales como Olusegun Obasanio de Nigeria y Yoweri Museveni de Uganda, han hecho hincapié en sus propias credenciales evangélicas para conseguir apoyo en Washington, tal como lo hicieron Sun Yat-sen y Madame Chiang Kai-shek alguna vez. Gracias a la presión evangélica, los esfuerzos por reprimir el tráfico de personas y la esclavitud sexual de mujeres y niños se ha convertido en una prioridad mucho más alta en la política de los Estados Unidos, y el país ha encabezado la lucha por el fin de la guerra en Sudán. Rick Warren, pastor de una mega-iglesia evangélica en el sur de California y autor de “The purpose driven life” (el volumen solo más vendido en la historia editorial norteamericana) ha movilizado a su congregación de 22.000 personas para ayudar a combatir el Sida en todo el mundo (con una conferencia sobre el tema, y entrenando a voluntarios) y para establecer relaciones con las iglesias en Ruanda.No obstante, los evangélicos no han seguido simplemente las órdenes del día en asuntos humanitarios y de derechos humanos elaboradas por los líderes liberales y seculares. Ellos han hecho de la libertad religiosa –incluyendo la libertad de proselitismo y de conversión- el centro de sus esfuerzos. Gracias en gran parte al apoyo evangélico (aunque también han desempeñado un rol importante algunos católicos y judíos), el Congreso aprobó una Ley de Libertad Religiosa Internacional en 1998, estableciendo una Oficina de Libertad Religiosa Internacional en el un tanto escéptico Departamento de Estado.A pesar de estas iniciativas gubernamentales, los evangélicos, por razones culturales y teológicas, a menudo están sospechados de prestar ayuda de estado a estado y a instituciones multilaterales. Ellos prefieren las organizaciones a nivel local y basadas en la fe. Por lo general, los evangélicos son rápidos a la hora de apoyar los esfuerzos por hacer frente a problemas específicos, pero son escépticos acerca de los grandes diseños y los esfuerzos de desarrollo a gran escala. Los evangélicos a menudo reaccionan fuertemente ante determinadas instancias particulares de sufrimiento humano o injusticia, pero están más interesados en la solución de problemas que en la creación de instituciones. (Los cristianos liberales a menudo lamentan esta característica como evidencia del anti-intelectualismo de la cultura evangélica).La política norteamericana hacia Israel es otra área donde la creciente influencia evangélica ha sido evidente. Esta relación también tiene una larga historia. De hecho, el sionismo protestante americano es significativamente más antiguo que la versión judía moderna; en el siglo XIX, los evangélicos le pidieron en reiteradas oportunidades a funcionarios de Estados Unidos establecer un refugio en Tierra Santa para los judíos perseguidos de Europa y el Imperio Otomano.La teología evangélica norteamericana tiene una visión única del rol del pueblo judío en el mundo moderno. Por un lado, los evangélicos comparten la extendida opinión (cristiana) de que los cristianos representan a los nuevos y verdaderos hijos de Israel, herederos de las promesas de Dios para los antiguos hebreos. Sin embargo, a diferencia de muchos otros cristianos, los evangélicos también creen que el pueblo judío tiene un rol continuo en el plan de Dios. En los siglos XVII y XVIII, cuidadosos estudios sobre las profecías bíblicas convencieron a eruditos y creyentes evangélicos de que los judíos regresarían a la Tierra Santa antes del retorno triunfante de Cristo. Además, mientras se espera que los tumultuosos años antes del retorno de Jesús atraigan muchos judíos a Cristo, muchos evangélicos creen que hasta ese momento la mayoría de los judíos continuará rechazándolo. Esta creencia reduce significativamente las potenciales tensiones entre evangélicos y judíos, dado que los evangélicos no esperan, como lo hizo Martín Lutero, que una vez expuestos a la verdadera fe los judíos se conviertan en grandes cantidades. La ira de Lucero cuando su expectativa no fue satisfecha condujo a un enfoque aún más antisemita de su parte; esto es poco probable que suceda con los evangélicos contemporáneos.Los evangélicos también encuentran que la existencia continuada del pueblo judío es un fuerte argumento tanto para la existencia de Dios como para su poder en la historia. El libro del Génesis narra que Dios le dijo a Abraham, “Y haré de ti una gran nación, y te bendeciré. … Y bendeciré a quienes te bendigan, y maldeciré a quienes te maldigan. En ti serán bendecidas todas las razas de la Tierra”. Para los evangélicos, el hecho de que el pueblo judío haya sobrevivido a través de los milenios y que hayan regresado a su antiguo hogar es la prueba de que Dios es real, que la Biblia es inspirada, y que la religión Cristiana es verdadera. Muchos creen que la promesa del Génesis sigue vigente y que el Dios de Abraham literalmente bendecirá a los Estados Unidos si es que Estados Unidos bendice a Israel. Ellos ven en la debilidad, la derrota, y la pobreza del mundo árabe una amplia evidencia de que Dios maldice a aquellos que maldicen a Israel.
Las críticas a Israel y Estados Unidos por apoyar esto dejan a los evangélicos impasibles. En todo caso, solamente refuerzan su convicción de que el mundo odia a Israel porque “el hombre caído” naturalmente odia a Dios y a su “pueblo elegido”. En defensa de Israel, los evangélicos sienten que están de pie por Dios –algo que están dispuestos a hacer contra el mundo entero. De esta manera, John Hagee –pastor principal de una mega- iglesia de 18.000 miembros en San Antonio, Texas, y autor de varios bestsellers del New York Times – escribe que si Irán se moviliza para atacar a Israel, los norteamericanos deberán estar preparados para “detener a este enemigo maldito en su camino”. “La política de Dios hacia el pueblo judío”, escribe Hagee, “se encuentra en el Génesis 12:3”, y continúa citando el pasaje sobre las bendiciones y las maldiciones. “¡América está en una encrucijada!” advierte Hagee. “¿Creeremos y obedeceremos la Palabra de Dios con respecto a Israel, o continuaremos equivocándonos y simpatizando con los enemigos de Israel?”
El regreso de los judíos a la Tierra Santa, sus extraordinarias victorias sobre los más grandes ejércitos árabes, e incluso la creciente oleada de odio que amenaza a los judíos en Israel y en el extranjero, no solo fortalece el compromiso evangélico con Israel sino también la posición de la religión evangélica en la vida norteamericana. La historia moderna de los judíos se lee como un libro de la Biblia. El Holocausto es una reminiscencia de los esfuerzos genocidas del faraón en el libro del Éxodo y de Amán en el libro de Esther; el posterior establecimiento de un estado judío recuerda a una de las muchas victorias y liberaciones similares de los judíos en las Escrituras hebreas. Los extraordinarios sucesos de la historia judía moderna son tomados por los evangélicos como prueba de que Dios existe y que actúa en la historia. A esto se le añaden las consecuencias psicológicas de las armas nucleares, y muchos evangélicos comienzan a sentir que están viviendo en un mundo como el de la Biblia. Que la política exterior norteamericana ahora se centre en la defensa del país contra la amenaza del terrorismo en masa que, potencialmente, involucra armas de horror apocalíptico manejadas por fanáticos anti-cristianos librando una guerra religiosa motivada por el odio hacia Israel, no hace sino reforzar las pretensiones de la religión evangélica.Tradicionalmente los cristianos liberales en los Estados Unidos (como los secularistas liberales) también han apoyado al sionismo, pero desde una perspectiva diferente. Para los cristianos liberales, los judíos son un pueblo como cualquier otro: por lo tanto, los cristianos liberales han respaldado al sionismo de la misma forma en que han apoyado a los movimientos nacionalistas de otros grupos oprimidos. Sin embargo, en las últimas décadas cada vez más cristianos liberales han llegado a simpatizar con el movimiento nacional palestino sobre la misma base. En 2004, la Iglesia Presbiteriana aprobó una resolución llamando a una desinversión limitada de empresas que estaban haciendo negocios con Israel (la resolución fue esencialmente anulada en el 2006 tras una encarnizada batalla). Un estudio reveló que un 37 por ciento de las declaraciones formuladas por las principales iglesias protestantes sobre abusos de los derechos humanos entre el 2000 y el 2004 se enfocaron en Israel. Ningún otro país ha incurrido en críticas tan frecuentes.Teóricos de la conspiración, especialistas y periodistas seculares en los Estados Unidos y el extranjero han apuntado hacia una conspiración judía o, más eufemísticamente, a un “lobby judío” para explicar cómo el apoyo estadounidense a Israel puede crecer al mismo tiempo que la simpatía por Israel disminuye entre lo que alguna vez fue el “establishment” religioso e intelectual. Una respuesta mejor está en la dinámica de la religión norteamericana. Los evangélicos han ido adquiriendo cada vez más poder social y político, mientras que los cristianos liberales y los intelectuales seculares han estado perdiéndolo. De esto no se debe culpar a los judíos.EL NUEVO GRAN DESPERTAREl actual momento evangélico en los Estados Unidos aún no ha llegado a su fin. Para los secularistas y liberales en los Estados Unidos y el extranjero, esta es una perspectiva inquietante. Sin embargo, un optimismo mesurado sería una mejor respuesta que el horror y el pánico. La religión en los Estados Unidos es demasiado pluralista como para que domine cualquier corriente individual. La creciente presencia e influencia de las comunidades no cristianas en el país (judíos, musulmanes, budistas, hinduistas y, sobre todo, secularistas) seguirá limitando la capacidad de cualquier grupo religioso de imponer sus valores en todos los ámbitos.Los liberales, sean religiosos o no, puede que quieran oponerse a la agenda evangélica en la política interna. Sin embargo, por lo general estas discusiones pueden cesar al borde del agua. Mientras el creciente establishment evangélico gana experiencia en política exterior, es probable que resulte ser un valioso –si no siempre fácil- compañero para el establishment principalmente secular o cristiano liberal. Algunos temores sobre la influencia evangélica en la política exterior son simplemente pretenciosos. Por ejemplo, tras los ataques del 11 de septiembre se había generalizado el temor de que los cristianos evangélicos exigieran una guerra santa contra el Islam. Unos pocos líderes religiosos prominentes (generalmente fundamentalistas, no evangélicos) hicieron comentarios intemperantes; Jerry Falwell se refirió al Profeta Mahoma como un “terrorista”. Pero fue ampliamente reprendido por sus colegas.Los evangélicos norteamericanos generalmente tratan de aferrarse a su fe personal y su fuerte identidad cristiana protestante mientras se comprometen con las personas a través de líneas confesionales. Los evangélicos han trabajado con los católicos contra el aborto, y con judíos religiosos y seculares para respaldar a Israel; ahora podrían acercarse a los musulmanes. Después de todo, las escuelas y los hospitales misioneros fueron el primer contacto que la mayoría de los medio orientales tuvo con Estados Unidos hasta el final de la Segunda Guerra Mundial; los evangélicos manejaron más de un siglo de estrechas relaciones, generalmente cooperativas, con los musulmanes en todo el mundo árabe. Los musulmanes y los evangélicos están preocupados por la pobreza en el mundo y en África. Ambos grupos se oponen a la dominación del discurso público e internacional por las ideas seculares. Ambos creen que las figuras y los valores religiosos deberían ser tratados con respeto en los medios de comunicación; tampoco les gusta la glorificación del sexo casual en el entretenimiento popular. Tanto el Islam como el evangelismo son religiones democráticas sin un sacerdocio o jerarquía eclesiástica. Musulmanes y evangélicos nunca estarán de acuerdo en todo, y a la gente secular puede no gustarle algunos de los acuerdos que alcancen. Pero promover el diálogo musulmán- evangélico puede ser una de las mejores formas de evitar la amenaza de una guerra entre civilizaciones.Por otra parte, los observadores nerviosos deberían recordar que la teología evangélica no produce automáticamente una política exterior jacksoniana o populista. Un proceso de discusión y de mutuo acomodamiento puede, en muchos casos, reducir la brecha entre los evangélicos y los otros en una amplia gama de cuestiones. Preocuparse por que los políticos evangélicos ayuden a Estados Unidos a encerrarse en posiciones inflexibles y extremas es una pérdida de tiempo; por ejemplo, trabajar con líderes evangélicos reflexivos para desarrollar un enfoque basado teológicamente sobre los derechos palestinos, ampliará la base para políticas norteamericanas reflexivas (aunque nunca contra Israel).
Del mismo modo, la participación de los evangélicos en discusiones más amplias sobre política exterior puede dar lugar a desarrollos sorprendentes y (para algunos) alentadores. Un grupo de destacados evangélicos conservadores recientemente firmó una declaración sobre el cambio climático que afirmaba que el problema es real, que la actividad humana es una importante causa contribuyente, que los costos de la inacción serán altos y que afectarán desproporcionadamente a los pobres, y que los Cristianos tienen la obligación moral de ayudar a enfrentar la situación. Mientras tanto, los evangélicos que comenzaron a oponerse a la violencia sudanesa y las incursiones esclavistas contra los cristianos en el sur de Sudán han seguido para ampliar el trabajo de la coalición para proteger a los musulmanes en Darfur.
Los evangélicos probablemente se enfocan más en el excepcionalismo estadounidense que los liberales, y se preocupan más por la moralidad de la política exterior norteamericana de lo que muchos realistas prefieren. Pero el poder evangélico se ha establecido para quedarse en un futuro previsible, y quienes están preocupados por la política exterior norteamericana harían bien en alcanzarlo. A medida que más líderes evangélicos adquieren experiencia de primera mano en política exterior, es probable que ofrezcan algo que ahora lamentablemente está ausente en el mundo de la política exterior norteamericana: un grupo de expertos de confianza, muy versados en los matices y dilemas de la situación internacional, que sean capaces de convencer a grandes cantidades de norteamericanos de apoyar las complejas y contra – intuitivas políticas que a veces son necesarias en este perverso y frustrante –o, digámoslo, caído- mundo.Traducido de: God´s country?
Walter Russell Mead. Foreign Affairs, septiembre/octubre 2006
Walter Russell Mead es Investigador Principal Residente Henry A. Kissinger de Política exterior de Estados Unidos en el Council on Foreign Relations.
Véase el art. original en:
http://www.foreignaffairs.org/20060901faessay85504/walter-russell-mead/god-s-country.html


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