23 febrero 2007

Religión y cultura como motivaciones para el terrorismo (1)

Introducción

La “Guerra contra el Terror”, liderada por Estados Unidos y apoyada por otras naciones, ha sido el principal factor en la agenda internacional durante los últimos cuatro años. Muchos recursos financieros, capital humano y esfuerzos políticos y militares han sido invertidos en la campaña en curso dirigidas a desbaratar organizaciones terroristas donde sea que estén. La fuente de este terror está en los países musulmanes de Oriente Medio y el Sudeste Asiático, pero amenaza a la comunidad internacional e incluye a todos los seres humanos. Esta amenaza, que la comunidad internacional identifica con la Jihad Global, es de lejos la amenaza más peligrosa para la paz y la seguridad mundial.

Las cuestiones que frecuentemente quedan sin una respuesta clara se refieren a las características únicas de las regiones que permiten florecer al terrorismo. Se cree comúnmente que es la religión lo que motiva a las organizaciones terroristas tales como Al Qaeda y sus organizaciones asociadas, para perpetrar ataques mortales contra civiles. Sin embargo, el hecho de que sólo una pequeña minoría de musulmanes alrededor del mundo apoye o esté involucrada activamente en este tipo de ataques pone en duda si es la religión el único motivador detrás del terrorismo, y qué rol cumple la cultura en este fenómeno. La respuesta yace en la presunción de que la religión y la cultura son motivadoras interrelacionadas, y que la combinación de condiciones culturales específicas con fuertes convicciones religiosas ha resultado en el terrorismo islámico.

Surgimiento y apogeo del terrorismo

El terrorismo no es un fenómeno nuevo en la historia humana. Ha sido una parte integrante del comportamiento social por más de 2000 años, y todavía no se ha llegado a un consenso internacional sobre qué es lo que constituye terrorismo. El hecho de que no haya una única definición aceptable impone muchos obstáculos para aquellos que quieren luchar efectivamente contra el terrorismo. De todos modos, la definición más comúnmente aceptada hasta ahora es: “El uso de (o la amenaza del uso de) la violencia contra civiles con el fin de obtener objetivos políticos”. El énfasis puesto en los objetivos políticos es lo que diferencia al terrorismo de otros tipos de violencia (como la violencia criminal).

Los primeros terroristas estaban movidos por un fanatismo religioso. David Rapoport, comentó que antes del siglo XVIII y el advenimiento del nacionalismo, el anarquismo, y la ideología marxista, “la religión proporcionaba los únicos justificativos aceptables para el terror”. Los Zealots Judíos en el siglo I, los Hashashins Musulmanes y los Thugs hindúes son los terroristas religiosos más conocidos de los tiempos antiguos, cuyo modus operandi consistía principalmente en el asesinato y el sacrificio de personas. La emergencia del nacionalismo, el imperialismo y la ideología marxista condujo a un cambio en la naturaleza del terrorismo, y desde el siglo XVIII (la Revolución Francesa) hasta mediados del siglo XX (los movimientos anticolonialistas de la década de 1960), fue motivado por factores seculares mientras declinaba la influencia de la religión. Los principales rasgos de esta clase de terrorismo eran las tácticas de guerrilla, secuestros políticos, sabotajes y tumultos.

El punto decisivo para la naturaleza del terrorismo se nota en 1968. La Guerra de Vietnam y el surgimiento de movimientos de izquierda en Europa y Estados Unidos (principalmente motivados por el marxismo y el anarquismo), junto con el ascenso de la nacionalidad Palestina tras la Guerra de los Seis Días en 1967, generaron una nueva oleada de terrorismo que se expandió a escalas globales y viró desde los motivos nacionalistas hasta los étnicos y políticos. Esta forma moderna de terrorismo internacional se caracteriza por la naturaleza secular de las organizaciones y por su letalidad, actuación indiscriminada e intención de crear un caos masivo y temor entre la población objetivo.

En la era posterior a la guerra fría el mundo ha presenciado el resurgimiento del terrorismo religioso, principalmente entre organizaciones islámicas. El colapso de la Unión Soviética, que llevó al descrédito de las ideologías comunistas y marxistas, junto con el surgimiento de los valores democráticos-liberales, contribuyó al surgimiento de la religión como un sustituto de los motivos seculares. Además, el ascenso del régimen radical islámico en Irán (1979), la guerra en Afganistán (1979) y el surgimiento del régimen talibán (1996) condujeron a un marcado incremento en el número de organizaciones terroristas religiosas islámicas.

La amenza terrorista se intensificó ampliamente en la pasada década, con el surgimiento de la Jihad Global (una mutación más extrema del terrorismo internacional). Lo que distingue al terrorismo internacional de las décadas de 1970, 1980 y mediados de 1990, de la reciente Jihad Global, es una combinación entre dos factores principales: la ideología extrema inherente a la creencia radical islámica en la sacralidad de la “Jihad” personal (martirio), y los mortíferos métodos empleados junto con la predisposición al uso de armas no convencionales.

Los movimientos jihadistas globales liderados por la infame red Al Qaeda (que incluye unas 40 organizaciones asociadas y afiliadas), encabezada por Osama Bin Laden, suponen la mayor amenaza tanto para los países occidentales como para los regímenes musulmanes moderados.

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