13 mayo 2009

Las frágiles bases de Pakistán





Las luchas de Pakistán por eliminar la creciente violencia militar han impulsado a varios expertos a pedirle al gobierno –con la ayuda de socios internacionales- que se haga cargo de las fallas estructurales de larga data del país. Entre las principales recomendaciones: mayores derechos políticos para las provincias, igualdad socieconómica para los diversos grupos étnicos, y una disminución del rol dominante del ejército. Si bien la mayoría de los especialistas dice que no hay temor de una ruptura del país, la capacidad de gobierno del estado está siendo cada vez más cuestionada. Apuntando al deterioro de la situación de la ley y el orden del país, Daniel Markey, Colaborador Principal del CFR (Council on Foreign Relations), advierte sobre un “deterioro progresivo” de la capacidad de gobierno del Estado.

Un Estado débil

Alternando entre fuertes regímenes militares y débiles gobernantes civiles, Pakistán no logró desarrollar instituciones políticas saludables, una democracia perdurable, un poder judicial imparcial, o una economía próspera. Desde su nacimiento en agosto de 1947, Pakistán ha tenido que hacer frente a un agudo sentido de inseguridad en el medio de una crisis de identidad continua, escribe Ahmed Rashid, analista pakistaní, en el libro “Descent into Chaos” (2008). “La incapacidad de Pakistán de forjar una identidad nacional ha provocado una intensificación de los nacionalismos étnicos, lingüísticos y regionales, lo que ha dividido y fragmentado al país”, argumenta. El ejemplo más dramático de esta fragmentación ocurrió en 1971, cuando el fracaso del gobierno en atender las necesidades de la comunidad étnica bengalí llevó a Pakistán Oriental a convertirse en una nación independiente: Bangladesh.

En muchos casos, los tribunales y los jueces de Pakistán han considerado oportuno o necesario dar cabida a cambios constitucionales o maniobras inconstitucionales por parte de dirigentes pakistaníes. Los partidos políticos, aunque en gran cantidad, continúan siendo dominados por la élite tradicional, y frecuentemente se los acusa de corrupción masiva.

El actual embajador pakistaní en Washington, Husain Haqqani, escribió en “The Washington Quarterly” en el 2005 (cuando era un estudioso visitante en el Fondo Carnegie para la Paz Internacional, o “Carnegie Endowment for International Peace”) que las facciones políticas de Pakistán a menudo han encontrado difícil cooperar entre ellas o someterse a la ley. Como resultado de ello, sostuvo, “Pakistán está lejos de desarrollar una de gobierno consistente, con una polarización política persistente entre las tres líneas principales: entre los civiles y el ejército, entre los diferentes grupos étnicos y provinciales, y entre los islamistas y los secularistas”.

Relaciones civiles-militares

Las relaciones entre el ejército pakistaní y los gobiernos civiles siempre han sido poco claras y débiles. Los sucesivos golpes militares debilitaron a las instituciones políticas. Por otro lado, los corruptos gobiernos civiles han proporcionado en reiteradas oportunidades las razones para los golpes militares, en los que los generales ofrecían orden en medio del caos.

Las agencias de inteligencia militar, como el ISI, también han jugado un rol altamente controvertido: a menudo se los culpa por entrometerse en la política nacional. Frederick Grare, del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, escribe que todos los gobiernos militares de Pakistán, y algunos gobiernos civiles, como el de Zulfikar Ali Bhutto en la década de 1970, han utilizado las agencias de inteligencia con fines políticos. Los gobiernos civiles también han sido víctimas de las manipulaciones de las agencias, en el pasado.

La promesa de autonomía provincial

Pakistán está dividida en cuatro provincias: Punjab, Sindh, Baluchistán, y la Provincia de la Frontera Noroeste. Además, están las Áreas Tribales Administradas Federalmente, a lo largo de la frontera con Afganistán; las Zonas del Norte, de Administración Federal (Gilgit y Baltistán), y Cachemira, la parte administrada por Pakistán (que Pakistán llama Azad Kashmir), en la frontera con la India. Históricamente, el rol dominante desempeñado por Punjab, que es el hogar de más del 55 por ciento de la población y proporciona la mayor parte del ejército y la burocracia, ha causado mucho resentimiento entre las otras tres provincias. Rashid escribe: “ Punjab nunca aceptó a Pakistán como un estado multiétnico que necesita de iguales derechos políticos, mayor autonomía para las provincias más pequeñas, y una distribución más equitativa de los fondos”.

La constitución de Pakistán prevé la distribución del poder legislativo entre el centro y las provincias. Sin embargo, ninguno de los gobiernos civiles ni militares ha implementado las autonomías provinciales, jamás. En el año 2000, el gobierno militar pakistaní de Pervez Musharraf lanzó una campaña destinada a transferir poderes administrativos y financieros a los gobiernos locales. Pero un informe del año 2004 del “International Crisis Group” sostuvo que la transferencia política, de hecho, “ha resultado ser poco más que una cubierta para un control más centralizado”.

Islamabad siempre había tenido un poder limitado en las áreas tribales autónomas en la parte noroeste, y la indefinición del status de las Zonas del Norte de Administración Federal, el área más septentrional del país, ha fomentado una región inestable. Pero el ejército y la agencia de inteligencia militar, el ISI, apoyaron a varios grupos militantes a luchar primero en Afganistán contra los soviéticos, y luego contra las fuerzas indias en Cachemira, desestabilizando aún más al país. Estos grupos continúan manejando campos en la Áreas Tribales Administradas Federalmente y las Zonas del Norte, y a su vez, la parte de Cachemira administrada por Pakistán, entre otros lugares, y ahora está volviéndose cada vez más creadora de estos campos.

Quejas de las provincias

Los derechos sobre los recursos naturales han permanecido en el centro de las demandas de autonomías provinciales. Las cuatro provincias del país siguen luchando por la distribución de los ingresos provenientes de los recursos naturales, y la construcción de grandes presas para energía eléctrica e irrigación, escribe Markey en un informe especial para el CFR de agosto de 2008. Una disputa de larga data es sobre el agua. La provincia de Sindh reclama que Punjaba violó el acuerdo previo a la independencia que las dos provincias habían firmado por la distribución de las aguas, construyendo nuevas redes de irrigación. La construcción propuesta de represas en el río Indo, la principal fuente de agua del país, también ha desatado el enojo de las tres provincias más pequeñas, que están preocupadas por el impacto ambiental, y por la tendencia pro-Punjab en la asignación del agua.

La propiedad de los recursos naturales y la distribución de los ingresos provenientes del petróleo y el gas en una hambrienta Pakistán son otros factores que alimentan las tensiones, especialmente en las provincias de Sindh y Baluchistán. La privatización propuesta del Campo Gasífero de Qadirpur en Sindh en el año 2008, provocó la protesta de los empleados de la compañía de gas nacional y los partidos de oposición, dando como resultado la suspensión del plan hasta que se llegó a un acuerdo nacional. Del mismo modo, Baluchistán ha reclamado mayores oportunidades laborales para la población de la región en el recientemente construido puerto de Gwadar, así como también mayores ingresos en concepto de regalías por del uso de sus recursos naturales.

A pesar de que Baluchistán representa más de un tercio de la producción gasífera total de Pakistán, es la provincia más pobre del país, con más del cuarenta por ciento de sus habitantes que viven por debajo de la línea de pobreza. Además, recibe solamente una quinta parte, como mucho, de regalías en relación con las otras provincias productoras de gas, escribe Robert G. Wirsing, del “Asia-Pacific Center for Security Studies”, en un trabajo publicado en abril de 2008.

“Algunas de las disputas interprovinciales han debilitado a Pakistán”, dice Markey (del CFR) porque “las políticas están divididas entre esas líneas”. Los principales partidos pakistaníes están divididos en líneas regionales o étnicas. El Partido Popular Pakistaní gobernante, es poderoso en Sindh; la Liga Musulmana, el principal partido de la oposición de Pakistán, es influyente en el Punjab; y el Partido Nacional Awami, nacionalista pashtún, maneja la Provincia de la Frontera Noroeste. Esto implica una falta de partidos políticos que puedan responder a las preocupaciones a nivel nacional, dice Markey.

El nacionalismo étnico

Las 170 millones de personas de Pakistán están divididas en seis grupos étnicos principales; punjabí (44.7 por ciento), pashtún (15.47 por ciento), sindhi (14.1 por ciento), siraiki (8.4 por ciento), muhajirs (7.6 por ciento), y baluchi (3.6 por ciento). En su libro “The idea of Pakistan” (2006), Stephen P. Cohen, del Brookings Institution, enumera los varios movimientos nacionalistas entre los diferentes grupos étnicos pakistaníes. “Algunos de esos grupos están atrapados en una mutua enemistad”, escribe, señalando que todos tienen una relación diferente con la provincia dominante, el Punjab.

Baluchistán ha experimentado múltiples movimientos insurgentes desde 1948, por lo general motivados por cuestiones étnicas, y el estado pakistaní ha usado frecuentemente la fuerza militar brutal para reprimirlos. En los últimos tiempos, estas insurgencias han sido provocadas por la marginación política y económica. Los talibán, dominados por la etnia pashtún, también están activos a lo largo de toda Baluchistán, particularmente en la ciudad de Quetta. Es muy posible que Quetta sea el lugar en que se ocultan Osama bin Laden y el líder talibán afgano Mullah Mohmmad Omar, de acuerdo con algunos analistas. Algunos oficiales del ejército norteamericano sospechan que este liderazgo guía la insurgencia en el sur de Afganistán, y entrega armas y militantes para combatir contra las tropas norteamericanas y de la OTAN en Afganistán.

Islam, el Estado y los conflictos sectarios

Creada como patria de los musulmanes indios en agosto de 1947, Pakistán tuvo que lidiar con la cuestión de la identidad incluso antes de que se formara –ya fuera como un país democrático secular para los musulmanes y otras minorías religiosas, o como un estado islámico. La población musulmana de Pakistán se divide en: sunitas (85 por ciento) y chiítas (12 por ciento), y también hay sectores más pequeños como por ejemplo los ismailíes, seguidores del Aga Khan. Sin embargo, Cohen, en su “The Idea of Pakistan”, señala que “la mayoría de los pakistaníes de las zonas rurales todavía siguen desorientados con respecto a su Islam, y su religión está fuertemente entremezclada con prácticas populares, las creencias sufíes, e incluso el hinduismo y el budismo.

Los expertos sostienen que el creciente conflicto secular en Pakistán es una consecuencia de décadas de islamización y la marginalización de las fuerzas democráticas seculares. El establecimiento del Islam como una ideología de estado fue una estratagema destinada a definir una identidad pakistaní durante los años de formación del país (escribe Haqqani). Esto tuvo su momento más álgido durante el régimen militar de Zia ul-Haq, a fines de la década de 1970, y los sucesivos gobiernos militares han islamizado las leyes, la educación, y la cultura, y han captado y patrocinado partidos religiosos para contrarrestar la oposición civil. Tanto los gobiernos pakistaníes militares como los civiles han permitido que florezcan las organizaciones religiosas extremistas. Por ejemplo, el ejército apoyó y armó a los militantes islamistas que luchan contra el gobierno indio en los territorios de Jammu y Cachemira, y respaldó a los talibán en su búsqueda de un régimen cliente en Afganistán.

El foco puesto en la construcción de un estado ideológico, ha causado que Pakistán se retrase en casi todas las áreas que definen el funcionamiento de un estado moderno. El uso político del Islam por el Estado “promueve una competencia agresiva por el patrocinio oficial entre y dentro de las múltiples variantes del Islam sunita y el chiíta, con las élites clericales de los principales sectores y subsectores luchando por construir sus partidos políticos, reclutar las milicias jihadistas, y expandir las redes de madrasas” (Informe del International Crisis Group, 2005).

La privación política de los derechos de las regiones como las Zonas Tribales Administradas Federalmente en la parte noroccidental y las Zonas del Norte de Administración Federal en la parte nororiental, las han convertido en santuarios para los terroristas sectarios e internacional, y centros del tráfico de armas y drogas (ICG, 2005). Las Zonas del Norte, que alguna vez fueron parte de Jammu y Cachemira, son la única región de mayoría chiíta en Pakistán (la mayoría es sunita). No tiene un estatus oficial en la constitución pakistaní, ni tampoco está representada en el parlamento. El ejército, la voz dominante en la política cachemira, se resiste a garantizarle una autonomía a las Zonas del Norte, vinculando el estatus constitucional de la región y la cuestión de los derechos políticos a la resolución de la disputa con la India sobre Cachemira.

Aumento de la pobreza

Pakistán gasta solamente un 2 por ciento del producto bruto interno (PBI) en educación, y apenas un 0.5 por ciento en saludo. En consecuencia, los indicadores de desarrollo humano son bastante bajos; este país ocupa el puesto número 139 de los 179 países en el Indice de Desarrollo Humano, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en el año 2008. Hasta hace poco tiempo, Pakistán experimentaba un crecimiento económico de más del 6 por ciento anual. Este crecimiento tenía cada vez más disparidades entre las regiones y entre las zonas urbanas y rurales.

El sistema feudal pakistaní, que priva a gran cantidad de personas de su propia tierra, es otro contribuyente de la pobreza. En una monografía publicada por el Instituto Pakistaní de Economía del Desarrollo (PIDE), los expertos señalaban que el nivel de pobreza es el más alto entre los hogares sin tierras. Un 75 por ciento de los hogares no tienen tierras propias. La monografía recomienda un programa de reforma agraria, incluyendo la redistribución de las tierras, contratos de arrendamiento confiables y justos, programas de empleo público rural, y acceso al crédito.

La lucha contra la pobreza es fundamental para derrotar al creciente extremismo en el país; algunos especialistas en la materia afirman que el mal gobierno ha permitido que prosperen en Pakistán las madrasas que enseñan el wahabismo (una forma ortodoxa de Islam sunita, similar al practicado en Arabia Saudita). Estas escuelas religiosas continúan proporcionando los reclutas para los Talibán y otros grupos militantes dentro de Pakistán.

Implicancias políticas

Los expertos dicen que Pakistán necesita emprender una amplia gama de reformas, entre ellas, una distribución más equitativa, la devolución de las responsabilidades administrativas, políticas y financieras a las provincias, y una mayor inversión en educación y salud.

Un informe de este año, hecho por el Atlantic Council (un “think tank” con base en los Estados Unidos) establece una serie de recomendaciones sobre cómo Estados Unidos podría ayudar a fortalecer las instituciones políticas, sociales y económicas pakistaníes. Estas recomendaciones incluyen el respaldo social y económico norteamericano a las administraciones provinciales pakistaníes; la creación de zonas de oportunidades de reconstrucción dentro de Pakistán; y una asociación entre estados norteamericanos y las cuatro provincias pakistaníes. Algunas de estas recomendaciones encontraron eco en la legislación pendiente que propone que Estados Unidos triplique la asistencia no-militar a Pakistán, y que garantiza un $7.5 mil millones por cinco años para proyectos de desarrollo.




traducido de: Pakistan's Fragile Foundations. By: Jayshree Bajoria. Council on Foreign Relations (Backgrounder)
véase el art. original en:


No hay comentarios.:

Publicar un comentario