Los objetivos terroristas configuran las tácticas. Los grupos inmersos en la retórica de la liberación, por ejemplo, toman como blanco a los funcionarios de gobierno y a los residentes extranjeros. El Viet Minh al principio se enfocaba solamente en los franceses y en aquellos que parecían colaborar con los franceses, antes de expandir su campaña hacia todos los extranjeros. El Mau Mau y el FLN seguían patrones de ataque similares.
Entre los grupos terroristas que buscan la autonomía o la separación, las tácticas favoritas incluyen el secuentro y el asesinato de funcionarios de gobierno y oficiales militares. El IRA se enfoca(ba) en policías británicos, soldados y miembros de los servicios de inteligencia británicos, mientras que la ETA vasca concentraba sus ataques en políticos y jueces locales. Las advertencias previas a los ataques que podían dañar a la población en general, muestran que estos grupos buscaban más hacer una declaración política que causar un baño de sangre.
Los revolucionarios sociales y económicos tomaban como blancos a hombres de negocios y banqueros. En 1975, por ejemplo, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) secuestraba a ricos herederos argentinos, cobrando rescates por hasta 60 millones de pesos. Las Brigadas Rojas italianas secuestraron y asesinaron (6 de marzo de 1978) a Aldo Moro, ex primer ministro italiano. Baader Meinhof hizo lo mismo con Hanns-Martin Schleyer, hombre de negocios de la Alemania Occidental.
El control del tiempo es una característica unificadora de la agenda del terror secular. La toma de rehenes y la proclama de demandas en un lapso determinado lleva a algunos gobiernos a negociar y en algunos casos, como el gobierno alemán occidental, capitular, como lo hizo Bonn cuando liberó a tres terroristas de Septiembre Negro que quedaban vivos tras la masacre en Munich de los atletas olímpicos israelíes (1972).
La toma de rehenes también amplía la cobertura de los medios de prensa en el marco de lo que Gabi Weiman (profesor de comunicación en la Universidad de Haifa) llama “el teatro del terror”. La primera ministra Margaret Thatcher reconocía el mismo fenómeno cuando, tras un atentado terrorista en 1985, declaraba: “Tenemos que encontrar la forma de privarles a los terroristas y secuestradores del oxígeno y la publicidad de que dependen”.
La demanda más común del terrorismo de agenda secular, por lo menos históricamente, es la liberación de prisioneros. Entre 1972 y 1980, la mayoría de las negociaciones en Europa con terroristas de la OLP involucraban las exigencias de liberar a terroristas encarcelados. Los terroristas de las Brigadas Rojas que secuestraron a Moro, y los terroristas de Septiembre Negro que el 1 de marzo de 1972 tomaron la embajada norteamericana en Khartoum, también exigían la liberación de presos.
El atentado suicida no es, y nunca lo fue, una táctica frecuente para los terroristas de agenda secular, como sí lo es para los grupos islamistas. Si bien unos pocos terroristas seculares hacían huelgas de hambre hasta la muerte en prisiones de Alemania o Irlanda, sus suicidios no eran parte de operaciones, sino que sucedían solamente después de sus capturas. Sin embargo, es cierto que ha habido campañas terroristas de agenda secular que han involucrado atentados suicidas: por ejemplo, grupos seculares pro-sirios en Líbano a principios de los años 1980, los Tigres de Tamil Eelam en Sri Lanka, y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (Partiya Karkeren Kurdistan, PKK) en Turquía.
Entre 1983 y 1986, el Partido Sirio Nacionalista Social fue responsable de diez atentados suicidas; miembros del Partido Sirio Baath llevaron a cabo siete, y el partido Socialista Nasserita dos.
Aunque el LTTE fue fundado en 1972, no lanzó su primer ataque suicida sino hasta 1987, cuatro años después de que el Hezbollah iniciara tales tácticas en el Líbano. El cambio en la estrategia de los Tamiles se produjo cuando el ejército de Sri Lanka puso contra las cuerdas a sus grupos, arrestando a la mayoría de los líderes del LTTE en 1981 y haciendo importantes incursiones militares. Si bien los Tigres al principio les suministraron a sus combatientes unas cápsulas de veneno, por si caían prisioneros (para evitar los interrogatorios), entre 1981 y 1987, comenzaron a atacar los objetivos con camiones cargados con explosivos, que eran puestos en marcha por un conductor apenas unos momentos antes de la explosión. Tales ataques no eran precisos, pero entre 1987 y 2000 unos 200 terroristas tamiles, de los cuales un 30 por ciento eran mujeres, llevaron a cabo 168 atentados suicidas con explosivos.
El PKK sólo empezó a utilizar tácticas sucidas recién en 1995, fijando como blancos las instalaciones gubernamentales y militares, en lugar de áreas pobladas. El atentado suicida nunca fue un componente importante en sus operaciones terroristas; lanzó solamente quince atentados suicidas entre 1995 y 1999, algunos de los cuales fueron particularmente mortíferos; ráfagas de armas de fuego, minas terrestres, y bombas de detonación retardada, son parte de la mayoría de sus operaciones, que mataron a miles de personas desde 1984. Una vez más, los ataques suicidas han sido la excepción, y no la regla. Se sabe muy poco aquí de la motivación de los atacantes. Algunos habrían sido enfermos terminales, o se les habría prometido significativas recompensas para sus familias; otros habrían creído que podrían escapar con vida. Los suicidas del PKK son poco frecuentes.
Notas de la traductora
Para ver las otras dos partes de este mismo artículo, haga click en los siguientes enlaces:
1. Terrorismo secular y terrorismo religioso (I)
3. Terrorismo de agenda islamista
Traducido de: Contrasting Secular and Religious Terrorism. By: Jonathan Fine.
Middle East Forum. Winter 2008, vol. XV, no. 1
véase el art. original en:
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