11 septiembre 2009

Terrorismo de Agenda Islamista

Terrorismo de Agenda Islamista

El trabajo del sociólogo Farhad Khosrokhavar, afincado en París, (“Suicide bombers: Allah´s New Martyrs”) ha estado a la vanguardia de los esfuerzos por hacer hincapié en la tensión entre la motivación religiosa y otras consideraciones estratégicas más racionales y temporales.
Khosrokhavar, tal vez debido a su gran familiaridad con los principios islámicos, está en lo correcto al verlo como una función de la jihad. Ha habido una tendencia evolutiva y, a lo mejor, dominante, en el pensamiento islamista moderno que considera a la cultura occidental como hostil hacia el Islam y, por lo tanto, un objetivo legítimo para la jihad. Una de las diferencias ideológicas más grandes entre los terroristas religiosos y seculares es su definición del enemigo: mientras que los terroristas seculares ven a sus oponentes como representantes de un determinado orden o régimen socioeconómico, los terroristas islamistas adoptan una definición más amplia. Qutb, por ejemplo, revivía el término coránico “jahiliya”, la edad preislámica de la ignorancia, en la que floreció el paganismo, para describir el estado de cualquier sociedad que no fuera islámica por definición.

La interpretación de Abdullah Yusuf ´Azzam respecto a la condición del “dhimmi” (minoría religiosa subyugada) también introdujo en el discurso político moderno la antigua separación islámica del mundo en “dar al-Islam” (morada del Islam) y “dar al-harb” (morada de la guerra). En el primer caso, donde gobernaban los musulmanes, los judíos y los cristianos podían convertirse o aceptar una condición social de segunda clase, mientras los musulmanes llevaban a cabo una violenta jihad para someter a las minorías bajo su control. Si bien los teólogos tradicionales podrían argumentar que los Musulmanes tenían la obligación de proteger a los “dhimmis” siempre que siguieran pagando impuestos exagerados y se adhirieran a los códigos especiales, ´Azzam, bin Laden, y sus seguidores, argumentaron que los judíos y los cristianos se han desviado de sus “religones originales” y que son agentes del Occidente moderno, por lo que no merecen ninguna protección.

Los árabes sunitas que regresaban de luchar contra la ocupación soviética en Afganistán, igual que muchos grupos palestinos como el Hamas y la Jihad Islámica Palestina, inauguraron una nueva etapa en el terrorismo inspirado por la religión.
´Azzam tejió una mística de invisibilidad alrededor de los guerreros musulmanes tras la derrota de los soviéticos en Afganistán. Uno de sus eslóganes más famosos durante la guerra afgana era “Solamente la Jihad y el rifle. No negociaciones, no conferencias, no diálogos”. El 6 de marzo de 1995, el líder espiritual del Hamas, el jeque Ahmad Yasin, declaraba que todo aquel [atacante] suicida que hubiera recibido la bendición del un clérigo musulmán certificado, debía ser considerado como un “shahid” (mártir) que había caído en cumplimiento del servicio a la jihad, y no como alguien que hubiera cometido suicidio con intenciones personales (algo que está prohibido en el Islam). El jeque Yusuf al-Qaradawi, un influyente clérigo sunita afincado en Qatar, reafirmó el enfoque de Yasin al año siguiente. Luego, el 23 de febrero de 1998, bin Laden anunciaba el establecimiento de un Frente Islámico Internacional por la Jihad contra los Cruzados y los Judíos, y declaraba legítimo el asesinato de cualquier norteamericano, fuera militar o no.

Si bien Qutb proporcionó las bases teóricas para el moderno islamismo sunita, Khomeini aportó la exégesis para legitimizar la teocracia chiíta en su ensayo de 1970 titulado “Hukumat-i Islami” (gobierno islámico). La escritura de Khomeini está impregnada por la percepción de Occidente como un oponente del Islam, el concepto del martirio, y la identificación propia de la Shi´a como un pueblo oprimido. Khomeini ve a las superpotencias como responsables de todos los errores del mundo, y sugiere que es la obligación de todos los musulmanes movilizar a los oprimidos para extirpar a las superpotencias del escenario mundial.

La conección de Khomeini con el ascetismo y el suicido es fundamental para comprender el surgimiento del ataque sucida dentro de la táctica principal de las organizaciones terroristas islámicas. A su juicio, la humanidad solamente puede enfrentar a sus deseos egoístas mediante la devoción espiritual hacia la “umma” o “comunidad”, que está amenazada por Occidente. La única forma de hacer frente a la obsesión humana con el materialismo es la negación total (de ese materialismo). De hecho, Khomeini llega al extremo de justificar la entrega de la propia vida para la causa islámica, en la medida en que la muerte es la negación última del propio ser material. Aunque el martirio ha sido un tema largamente tratado en el chiísmo, las enseñanzas de Khomeini y su carisma han llevado a muchos chiítas a racionalizar la justificación del suicidio por motivos religiosos.

Tácticas del terrorismo islámico

La principal táctica del terror islamista, desde principios de los años 1980, ha sido el atentado suicida. En contraste con los terroristas seculares, los terroristas suicidas islámicos no necesitan escapar; su planificación se enfoca más bien en cómo llevar al perpetrador al área objetivo. Los atacantes suicidas son bombas inteligentes que caminan, capaces de ubicarse entre multitudes, como por ejemplo en restaurantes, para causar la mayor cantidad de víctimas posible. Por ejemplo, durante la oleada de terror de los años 2001-2002 en Israel, los atacantes suicidas [siempre con bombas] del Hamas y de la Jihad Islámica seleccionaban a último momento los objetivos, para aumentar así el número de civiles que podían matar. Los terroristas islámicos tampoco necesitan usar el tiempo para incrementar sus demandas. Mientras que los grupos marxistas de la década de 1970 podían tomar rehenes y amenazarlos mientras realizaban demandas concretas, los islámicos buscan matar primero y hablar después. Los terroristas islámicos toman rehenes pero, en esos casos, el objetivo es posiblemente desatar el terror en las noticias, las veinticuatro horas, para obtener así concesiones.

Por ejemplo, los secuestradores del 11S, resistieron los intentos de los controladores aéreos norteamericanos por comunicarse con ellos, ya que su objetivo no era transmitir demandas sino, más bien, asesinar a la mayor cantidad de personas posible.

La decisión de Al Qaeda de lanzar los ataques no puede separarse de la ideología y del sueño de restaurar un califato perdido. Uno de los objetivos más importantes de Bin Laden era acelarar el reclutamiento de nuevos voluntarios para la jihad global y el Islam. Bin Laden decía que la “guerra en Afganistán había expuesto la debilidad de América. A pesar de las claras ventajas tecnológicas de su maquinaria bélica, no pudieron derrotar a los mujahideen musulmanes… La cantidad de personas que abrazaron la fe islámica después de la campaña fue más grande que la cantidad de los que el Islam había captado en los últimos once años”. El testamento y última voluntad del secuestrador Muhammad Atta, encontrado en el baúl de su automóvil, sugería consideraciones muy diferentes a los eventos de una agenda de terrorismo secular.

¿Auto-sacrificio y suicidio?

Sigue habiendo una gran controversia, por lo menos en Estados Unidos y Europa, acrca del origen y la motivación del terrorismo justificado religiosamente. Pape y Mia Bloom (científica política de la Universidad de Georgia, autora de “Dying to kill: the allure of suicide terror”), se encuentran entre los revisionistas más influyentes. Pero, a pesar de la popularidad de sus tesis en un campo que busca mitigar, si no exculpar, la influencia de la religión, sus argumentos no son sólidos.

Pape formula dos hipótesis principales acerca del atentado suicida: primero, que está motivado primariamente por la resistencia ante la ocupación extranjera y, segundo, que la ideología religiosa sólo tiene un rol menor en los ataques suicidas perpetrados por musulmanes. Bloom argumenta también que los atacantes suicidas se matan a sí mismos solamente como un medio para un fin, utilizando el suicidio sólo “para presionar a las milicias rivales a través del uso de tácticas shockeantes” y, en el caso palestino, para “competir por el liderazgo”. Según Pape y Bloom, la estrategia y los objetivos políticos, y no la religión, son los incentivos primarios para los ataques suicidas. Pero la religión, el racionalismo, y el planeamiento estratégico no son incompatibles. Los Tigres tamiles pueden haber adoptado el ataque suicida en su lucha separatista contra el ejército de Sri Lanka; pero los atacantes suicidas en Casablanca y Londres no estaban motivados por la ocupación, sino más bien por una ideología jihadista. Si bien los estudiosos occidentales pueden haber internalizado la separación entre Iglesia y Estado legislada en los Estados Unidos y practicada en Europa, para Khomeini, Hasan Nasrallah del Hezbollah, bin Laden y Qaradawi no existe tal separación. Son racionales, pero ven el mundo de una forma distinta.

A diferencia de Pape y Bloom, Khosrokhavar busca las motivaciones individuales más profundas, en lugar de las organizacionales, detrás del atentado suicida. Realizando análisis comparativos del martirio en el Cristianismo y en el Sikhismo, Khosrokhavar sostiene que es particularmente islámica la aprobación de la muerte sagrada por el bien de la comunidad (umma). Quizás sea esta la razón por la que Khosrokhavar advierte que las ciencias políticas y económicas no son suficientes para comprender el factor humano en el terror inspirado por la religión. Tanto los individuos como las organizaciones terroristas ven el atentado suicida como un aspecto racional e integral de la ideología, la estrategia y las tácticas.

Boaz Ganor (experto israelí en la lucha contra el terrorismo) profundiza sobre esta auto-imagen del atacante suicida y sus seguidores. Ganor explica, “El término ataque suicida es engañoso. Ante los ojos del atacante y su comunidad, este fenómeno no tiene nada que ver con el hecho de cometer suicidio… Cometer suicidio está prohibido en el Islam pero, en cambio, esta persona es vista como un shahid –un mártir que cae en el proceso de cumplimiento de la orden religiosa de la jihad”.

La influencia de Khomeini en el terror islamista sugiere que el ataque suicida tiene una base ideológica y estratégica más amplia que la simple oposición ante la ocupación extranjera. En cambio, la base del atentado suicida es triple: primero, el suicidio por la jihad limpia al perpetrador de todos los males mundanos; segundo, el suicidio por la comunidad purifica la “umma”; tercero, el atentado suicida sirve al objetivo de oponerse a los enemigos del Islam.

La interpretación de Pape de causa y efecto es cuestionable. Pape afirma que el terrorismo obligó a Israel a retirarse dos veces de áreas palestinas ocupadas durante la década de 1990: en abril de 1994, cuando Israel se retiró de partes de la franja de Gaza, y entre octubre de 1994 y agosto de 1995, cuando Israel se retiró de partes de la Ribera Occidental (o Cisjordania). Además le adjudica al terrorismo la decisión de Jerusalén de liberar al líder espiritual del Hamas, Ahmed Yasin, en octubre de 1997. No obstante, su hipótesis es errónea. Pape se olvida de mencionar que los líderes israelíes habían acordado sus políticas de retirada en la “Declaración de Principios”, en los acuerdos de Oslo. El público israelí convenció a su dirigencia para que buscara la paz con los palestinos, no a causa del terror (las fuerzas israelíes habían logrado contener, si no derrotar, a la primera intifada) sino más bien porque pensaban que el emprendimiento de Oslo podía alcanzar una solución política razonable.

Al centrarse solamente en la ocupación y la liberación nacional, Pape pasa por alto una complicada red de incentivos y motivaciones que socavan su argumento.

Marc Sageman, ex agente de la CIA (en realidad, “case officer”, procurador de caso), psiquiatra, y científico política de la Universidad de Pennsylvania, busca una tesis diferente en su libro “Understanding Terror Networks”. Sageman trata de refutar los conceptos regulares con respecto a las causas del terrorismo, como por ejemplo la pobreza y el lavado de cerebros, y en su lugar hace hincapié en los vínculos y las redes sociales. Sostiene que la mejor forma tanto de entender como de contrarrestar el jihadismo global, es realizar un mapeo y analizar la estructura social islámica. Aunque Sageman argumenta que los vínculos sociales entre las redes terroristas desempeñan un rol mucho más fuerte que las ideologías, evita caer en el mismo error de Pape de buscar la exclusividad para su teoría, y en cambio alienta a las comunidades de inteligencia contra el terrorismo a entrenar a “case officers” (procuradores de caso) versados en los diversos aspectos de la cultura musulmana, el idioma, y los conocimientos.

Los partidarios del revisionismo de Pape desdibujan la diferencia entre el auto-sacrificio y el suicidio para minimizar la disimilitud entre el terrorismo secular y el atentado suicida de inspiración islámica, es decir, para minimizar la distinción entre la disposición al sacrificio propio por una causa y el hecho de tomar una decisión consciente de llevar a cabo un ataque suicida. Cada soldado que se alista para combatir sabe que puede morir en acción; muchos jóvenes están dispuestos a asumir ese riesgo, no por el deseo de morir sino por la convicción de que bajo ciertas circunstancias puede ser necesario perder la propia vida en cumplimiento del deber. Los terroristas seculares también reconocen el riesgo sin expresar el deseo de matarse. Por ejemplo, Guevara escribía: “El combatiente guerrillero busca arriesgar su propia vida donde sea necesario, y está listo para morir sin el menor signo de duda, pero al mismo tiempo, tiene que ser prudente y nunca exponerse innecesariamente. Tienen que tomarse todas las precauciones necesarias para evitar la derrota o la aniquilación”.

Jamal al-Gashay, uno de los tres terroristas del grupo Septiembre Negro capturados por la policía alemana occidental después de la masacre de Munich, y que más tarde fue liberado en un intercambio por la devolución de rehenes de un avión de Lufthansa, dio una entrevista a la televisión poco después de su liberación. “Nosotros sabíamos que lograr nuestros objetivos podía costar vidas”, dijo, “pero desde el día en que nos unimos, estuvimos conscientes de que existía la posibilidad del martirio, en cualquier momento, en nombre de Palestina”.

La motivación y disposición al sacrificio no es lo mismo que el deseo de abrazar una muerte segura. Hay una enorme diferencia entre el grito de batalla latinoamericano “¡Viva la muerte!” y la declaración que los terroristas suicidas hacen en video antes de su misión: “Ana ash-shahid al-hayy” (yo, el mártir viviente). Para el atacante suicida tales palabras no son un simple slogan, sino más bien la expresión de profundos valores religiosos.

Ganor define un ataque suicida como “un método operativo en el que el mismo acto del ataque depende de la muerte del perpetrador… Esta es una situación única en la que el terrorista está plenamente consciente de que si no se mata a sí mismo el ataque planificado no se podrá llevar a cabo”. Mientras que en los años de 1970 los terroristas dedicaban muchos esfuerzos en establecer rutas de escape o liberar a compañeros encarcelados, para el atacante suicida estos esfuerzos no son necesarios.

Aunque Pape y Bloom sostienen que los terroristas inspirados por motivos religiosos no se matan como un fín en sí mismo, los ataques de Al Qaeda sugieren lo contrario. A pesar de todo, los modus operandi de los terroristas religiosos y los seculares difieren tanto que se pueden considerar grupos distintos que no comparten necesariamente los mismos motivos temporales.

Conclusiones

Analizar las diferencias entre los terroristas de agenda secular y sus homólogos religiosos es crucial para comprender la especial naturaleza del terrorismo contemporáneo. A diferencia de las actividades de las guerrillas seculares y los terroristas entre 1945 y 1979, la guerra contra los enemigos del Islam no está limitada en el tiempo, ni por territorios, ni por una agenda socioeconómica específica, sino que se emprende contra toda una cultura o una civilización completa. Por lo tanto, la “resistencia a una ocupación”, como lo sugiere Pape, es sólo una etapa limitada en un esquema mucho más grande por un nuevo orden mundial. Esto es bastante evidente en la visión de Khomeini, respecto a una amplia media luna chiíta extendiéndose desde Iran, por Irak y llegando hasta el Líbano, o en el sueño de Al Qaeda sobre un nuevo califato islámico abarcando desde España en el oeste hasta Irak en el este, incluyendo eventualmente al Sudeste Asiático y Europa. Lejos de ser slogans vacíos, estos objetivos reflejan un profundo compromiso ideológico con un nuevo orden mundial.

A fin de comprender mejor la mentalidad política de las organizaciones terroristas islámicas, los textos formativos de los líderes de la sunitas y chiítas tendrían que recibir tanta atención, si no más, como las estrategias y las tácticas que aplican. Giap, el cerebro de las operaciones de la guerrila norvietnamita, dijo una vez: “Las actividades políticas son más importantes que las operaciones militares, y la lucha es menos importante que la propaganda”. En la confrontación con el terrorismo islámico, la ideología es tal vez aún más crucial.
Notas de la traductora:
Para ver las otras dos partes de este mismo artículo, haga click en los siguientes enlaces:
1. Terrorismo secular y terrorismo religioso (i)
2. Tácticas del terror secular
Traducido de: Contrasting secular and religious terrorism. By: Jonathan Fine.
The Middle East Quarterly / Winter 2008, vol. XV, no. 1. En: Middle East Forum.
véase el art. original en:
Jonathan Fine es investigador becario del International Institute for Counter-Terrorism, y catedrático de la Lauder School of Diplomacy and Strategy en el Interdisciplinary Center, los dos en Herzylia, y en la Hebrew University of Jerusalem.

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