12 junio 2008

Tecnología Militar (EEUU): Guerra Aérea

Los aviones de combate como el F-15 norteamericano y el MIG-29 ruso fueron diseñados en la década de 1970 para el combate aire- aire, pero esto se ha vuelto tan raro como las acciones de buque a buque.

Dado que los israelíes destruyeron la mayor parte de la fuerza aérea siria en 1982, y los EEUU y sus aliados hicieron un trabajo similar con la fuerza aérea iraquí en 1991, pocas aeronaves (o ninguna) han estado dispuestas a desafiar a los ejércitos occidentales “top”.

La Fuerza Aérea norteamericana no ha producido un “ace” (un aviador con por lo menos cinco bajas contrarias) desde 1972. Esto puede cambiar con la venta a China del Sukhoi Su-30 de construcción rusa, cuyas funciones características se dice que exceden las del F-15C; pero el F/A-22 Raptor, el F-35 Joint Strike Fighter, y el Eurofighter restaurarían la ventaja occidental. Sin embargo, las posibilidades de un futuro combate aéreo siguen siendo escasas.

Los modernos misiles aire-aire suponen un peligro más inmediato, debido a que son más baratos y más fáciles de maniobrar. Los EEUU y sus aliados han desarrollado métodos efectivos para neutralizar la mayoría de las defensas aéreas. Además de los jammers (módulos de interferencia), misiles anti radares, y misiles señuelos, los EEUU emplean tecnología stealth, usada por primera vez en el F-117 Nighthawk, luego en el B-2 Spirit, y ahora en el F/A-22 y el F-35. Los futuros aviones podrían ser diseñados con una tecnología de “visual stealth” para hacerlos casi invisibles incluso en plena luz del día. Ninguna otra nación ha desplegado ningún avión stealth. Pero sin embargo, las avanzadas redes sensoras actuales pueden ser capaces de detectar aviones stealth de primera generación. Los serbios, por ejemplo, lograron derribar un F-117 en 1999.

Ninguno de los misiles tierra-aire más sofisticados, como los misiles rusos de dos dígitos SAM (SA-10, SA-15, SA-20), estaban disponibles en Irak, Serbia, Afganistán, o cualquier otro estado contra el que haya luchado EEUU en los últimos años, pero están siendo vendidos a otros clientes, entre ellos China, Vietnam, Kazajstán, Corea del Sur, Grecia y Chipre. Lo mismo ocurre con los misiles antiaéreos lanzados desde el hombro, como el FIM-92 Stinger estadounidense, el británico Starstreak, el francés Mistral, el chino Qianwei-2, y los rusos SA-7 Grail, SA-14 Gremlin, SA-16 Gimlet y SA-18 Grouse. Hay por lo menos cien mil sistemas de este tipo en los arsenales de más de cien estados, y por lo menos en los de trece grupos no-estatales como el Hezbollah, las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y los Tigres Tamil. Los mejores modelos tienen un alcance de 700 kilómetros.

El potencial de los misiles portátiles fue demostrado en la década de 1980 cuando los Stinger tuvieron una importante tasa de letalidad sobre los aviones soviéticos en Afganistán. La amenaza es suficiente como para que los EEUU se basen cada vez más en aviones teledirigidos no tripulados para las misiones de alto riesgo, y ordenen que los aviones tripulados en zona de guerra permanezcan por encima de los 15.000 o 20.000 pies.

Los misiles SAM suponen una amenaza particularmente grande para los helicópteros, que no tienen la opción de volar a semejante altitud, y para los aviones que están despegando o aterrizando. Por caso, tres aviones de carga que dejaban el Aeropuerto Internacional de Bagadad se vieron seriamente dañados por misiles, y, mientras todos sobrevivieron, varios helicópteros norteamericanos fueron atacados con SAMs en Irak y no en Afganistán. Un avión de línea iraní casi fue derribado en Mombasa, Kenia, en el 2002, por un bombardeo de Al Qaeda con un SA-7. Solamente el error de los terroristas al enfocarse en el blanco evitó la muerte de 271 pasajeros y la tripulación. Otras aeronaves civiles fueron menos afortunadas.

Suponiendo que los aviones de guerra puedan llegar a destino, la creciente precisión de las bombas y los misiles ha hecho posible derribar o eliminar objetivos con menos municiones y más pequeñas que antes. (La última bomba de la Fuerza Aérea norteamericana lleva solamente 22 kg de explosivos). Las armas son cada vez más inteligentes. El Sensor-Fuzed Weapon (arma de sensores fusionados) norteamericano, utilizado por primera vez en la actual guerra de Irak, dispersa 40 “skeet” de ojivas anti-armaduras que utilizan sensores infrarrojos y láser para encontrar y destruir vehículos blindados en un radio de 30 acres. El Tactical Tomahawk, que entró en producción en el 2004, puede merodear por hasta tres horas mientras busca objetivos, y puede recibir instrucciones de búsqueda de nuevos objetivos mientras está en vuelo.

La preponderancia de los EEUU en bombas y misiles inteligentes ayuda a compensar el relativamente pequeño tamaño de su fuerza bombardera tripulada. En el 2005, la Fuerza Aérea norteamericana tenía solamente 157 bombarderos de largo alcance (B-52, B-1, B-2), una caída considerable desde la Segunda Guerra Mundial (cuando EEUU tenía 34.780) pero también desde finales de la Guerra Fría (360). Aunque son pocos en cantidad, cada B-2 puede desarrollar la tarea de miles de B-29, revisando unos 80 objetivos por salida.

Una multitud de otros aviones, que van desde JSTARS y AWACS hasta Rivet Joint y Global Hawk, llevan a cabo misiones de vigilancia y guerra electrónica en apoyo a las fuerzas de combate. Su número ha ido creciendo: mientras que había solamente dos JSTARS en la Guerra del Golfo, en la Guerra de Irak hay 15. Pero los comandantes se han vuelto tan dependientes de estos sistemas, que nunca parece ser suficiente para revertir el problema LD/HD (Low Density/High Demand: Baja Densidad/Alta Demanda). También estos son uno de los pocos bienes vitales para EEUU que pocas otras naciones tienen.

Los aviones cisterna como el KC-10 y el KC-135 amplían enormemente el alcance y la efectividad de los aviones de combate. Los elevadores de carga como el C-5, C-17 y C-130 (norteamericanos), y el An-70 y An-225 (rusos) también cumplen un rol incalculable, si bien poco atractivo, en la proyección del poderío militar alrededor del mundo. EEUU posee unos 740 aviones cisterna y unos 1.200 aviones de carga –muchos más que cualquier otro país. La falta de estos aviones de apoyo haría muy difícil hasta para los ejércitos europeos más sofisticados trasladar a sus tropas bastante lejos.

A continuación: F-22 Raptor



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