Guerra Naval
Las armadas siguen estando divididas, como lo han estado desde los albores de la segunda era industrial, en portaaviones, submarinos y buques de superficie. La principal diferencia es que la competencia naval en aguas azules ha desaparecido después de más de 500 años. Incluso nadie intenta desafiar a la Marina de los EE.UU. en alta mar. Prácticamente todas las demás Marinas en el mundo son poco más que una fuerza de patrulla costera.
Los EE.UU. cuentan con doce portaaviones, nueve de ellos de la clase Nimitz, supercarriers de energía nuclear que pueden llevar más de setenta aviones de alto rendimiento (como los F/A-18 Super Hornet). Un décimo supercarrier está en construcción. Nadie más tiene ni uno solo. Francia tiene el único portaaviones nuclear del mundo, el Charles de Gaulle, pero es de la mitad del tamaño del Nimitz. Rusia tiene un portaaviones, el Almirante Kuznetsov, que rara vez sale del puerto, y ha vendido otro, el Almirante Gorshkov, a la India. Gran Bretaña tiene tres pequeños portaaviones de clase “Invincible” que se utilizan solo para helicópteros y jets Harrier de despegue vertical. Francia, Italia, España, Japón y Corea del Sur tienen transportadores de helicópteros en construcción. Estas naves son comparables a los doce buques anfibios de asalto de la Marina norteamericana que transportan helicópteros, jets y marines.
Siempre que salen del puerto, los buques de capital estadounidense están rodeados por una escolta de superficie y submarina. Veinticuatro cruceros de clase Ticonderoga y 45 (y contando) destructores de clase Arleigh-Burke están equipados con sistemas de radares Aegis, de búsqueda por fase, que pueden rastrear hasta 900 objetivos en un radio de 480 kilómetros. Estos combatientes de superficie también pueden operar por cuenta propia o en conjunción con embarcaciones más pequeñas, como fragatas y buscaminas.
En la Segunda Guerra Mundial, los buques que no llevaban aviones se limitaban a disparar torpedos o cañones con un alcance de menos de 50 kilómetros. A partir de la década de 1960, algunos submarinos fueron equipados con misiles balísticos de alcance intercontinental, pero su orientación con respecto al objetivo era tan imprecisa que no tenía sentido equiparlos con ojivas convencionales. Los misiles balísticos submarinos se convirtieron en el principal sostén de la disuasión nuclear. El desarrollo de misiles crucero precisos a partir de 1970 permitió a los combatientes submarinos y de superficie atacar objetivos a cientos de kilómetros de distancia con artillería convencional. Las mejoras en el diseño de los torpedos, incluyendo el desarrollo de torpedos de supercavitación propulsados por cohetes, permitirán también a los submarinos causar mayor daño en su tradicional rol anti-buques.
Los EE.UU. tienen la flota más grande del mundo de submarinos nucleares de ataque (54) y submarinos nucleares con misiles balísticos (16). Rusia ocupa la segunda posición, con 37 submarinos de ataque y 14 submarinos de misiles balísticos. Gran Bretaña tiene 15 submarinos nucleares, seguido por Francia con 10, y China con 6. Los submarinos norteamericanos no solamente son los más numerosos, sino que también son los más avanzados. Los más sofisticados son los tres Seawolf del año 1990, descriptos por un analista de defensa como “los más rápidos, silenciosos, y más fuertemente armados de los buques submarinos jamás construidos”.
Debido a la creciente potencia de estas embarcaciones, y la falta de competidores, la Marina de los EE.UU. ha consolidado su hegemonía en alta mar, a pesar de que su flota se ha reducido desde los casi 500 buques en la década de 1980 hasta menos de 300 en los primeros años del siglo XXI. La potencia de los buques de guerra norteamericanos se ve incrementada por la combinación de sensores y sistemas de armas con una red informática táctica conocida como FORCEnet.
Si bien la Marina norteamericana probablemente sigue siendo indiscutible en aguas azules, enfrenta mayores amenazas cuando se acerca a la costa. Aquí, las corrientes de agua, las capas térmicas y otros varios obstáculos pueden interferir con los más avanzados sensores, y también puede estar al acecho una variedad de sistemas de armas defensivas.
Más de 75.000 misiles anti-buques son propiedad de 70 países. Unos pocos son balísticos, pero la mayoría son de la variedad de misiles-crucero. Su potencia quedó demostrada cuando en 1987, misiles Exocet de fabricación francesa disparados por un avión iraquí inutilizó a la fragata USS Stark, matando a 37 marineros. Anteriormente, la Argentina utilizó misiles Exocet para hundir dos buques británicos durante la Guerra de las Malvinas, en 1982. Los misiles crucero anti-buque más nuevos, como los Yakhont, Sunburn y Uran, de fabricación rusa, son aún más letales, porque tienen mayor velocidad, mayor capacidad de indetectabilidad por radar, y mayor precisión. Rusia está vendiendo estos misiles a clientes en el extranjero, y algunas naciones como China están desarrollando sus propias versiones. Israel sufrió las consecuencias durante la reciente guerra del Líbano, cuando un misil crucero C-802 proporcionado por los iraníes destruyó uno de sus buques de guerra frente a la costa del Líbano.
Los buques de guerra norteamericanos tienen sofisticados sistemas defensivos para protegerse de ataques aéreos: los misiles pueden ser desviados por contramedidas electrónicas, señales luminosas o chasquidos, o pueden ser destruidos por aviones navales, misiles estándar mar-aire o, como último recurso, por armas de fuego rápidas Phalanx guiadas por radar. Pero al igual que el Stark, un buque podría ser tomado por sorpresa o verse abrumado por un aluvión de misiles provenientes de distintas direcciones.
Aún más preocupante desde el punto de vista norteamericano es el hecho de que los buques cisterna, transportadores de combustible, que tienen que reabastecer a una flota en el mar, no tengan la protección adecuada cuando se encuentran fuera del rango defensivo de un grupo de combate. Son tan vulnerables como los convoyes de suministro en las carreteras de Irak. Debido a que un supercarrier sólo tiene tres días de existencia de combustible JP-5 (se necesitan unos 6.500 barriles por día durante los operativos de combate), el buque de guerra más poderoso de la historia podría resultar inútil si los buques cisterna que lo abastecen se hundieran.
La amenaza para la navegación, civil y militar, se ve incrementada por los submarinos diesel. Los últimos submarinos diesel tienen motores eléctricos ultra silenciosos, lo que los hace muy difíciles de detectar con sonar, y son mucho más baratos de comprar o producir que un submarino nuclear. Rusia ha exportado submarinos eléctricos diesel de clase Kilo a China, India, Irán y Argelia, entre otros. China está produciendo sus propios submarinos diesel de clase Song, en un intento de desafiar la hegemonía norteamericana utilizando la misma estrategia que Alemania, con sus “U-boats”, empleados en su momento para desafiar el dominio británico de las olas. Las defensas antisubmarinos de los norteamericanos son bastante sofisticadas, especialmente en aguas abiertas, pero incluso sus sensores pueden tener problemas en el rastreo de los silenciosos submarinos diesel en las ruidosas aguas costeras.
Las minas, que pueden ser diseminadas por submarinos u otros buques, representan otra gran amenaza para la navegación. En el mercado actual, hay en disponibilidad más de 300 variedades. Pueden ser detonadas por cambios en el campo magnético, alteraciones acústicas, presión sísmica u otros factores. Algunas minas vienen equipadas con microcomponentes que les permiten distinguir entre los diferentes tipos de buques; incluso, algunas cuentan con pequeños motores que les permiten movilizarse por los alrededores. Todo esto hace muy difícil certificar que un canal de navegación esté libre de minas: puede haber sido un paso seguro hace una hora, pero ya no. La tecnología de remoción de minas se ha retrasado; por otra parte, la Marina de los EEUU nunca puso demasiado énfasis en los modestos buscaminas. Y el precio pagado por este abandono ha sido muy alto. En 1987, durante los operativos para evitar el cierre del Golfo Pérsico por parte de Irán, una mina iraní de diseño de la Primera Guerra Mundial casi hunde la fragata USS Samuel Roberts. Cuatro años más tarde, en la Guerra del Golfo, el crucero USS Princeton y el buque de desembarco anfibio USS Tripoli casi fueron volados por minas iraquíes. Incluso una lancha barata cargada con explosivos puede significar una seria amenaza para la navegación de los modernos buques de guerra. El USS Cole, un destructor de clase Arleigh Burke, fue seriamente dañado en un ataque terrorista de este tipo en el año 2000.
Todas estas amenazas podrían ser anuladas en gran medida si las flotas norteamericanas permanecieran lejos, mar adentro. Pero tienen que acercarse bastante a la costa para poder lanzar aviones o misiles con rangos operativos de apenas unos pocos cientos de kilómetros. Además, los lugares donde es más probable que la Marina de los EEUU combata en el futuro son peligrosamente estrechos. El Golfo Pérsico tiene solamente 50 kilómetros de anchura en su punto más angosto; el Estrecho de Taiwán tiene solamente 160 kilómetros de ancho.
Para mantener su posición dominante, la Marina norteamericana actualiza periódicamente los componentes electrónicos y las armas a bordo de sus buques de guerra, a pesar de que sus cascos y los sistemas de propulsión jamás se han modificado. Asimismo, tiene previsto construír una gama de buques sin tripulación, junto con portaaviones CVN-21 en reemplazo de la clase Nimitz, un destructor Zumwalt clase DD(X) para reemplazar a las fragatas de clase Oliver Hazard Perry y destructores de clase Spruance, un crucero CG(X) para reemplazar a los cruceros de clase Ticonderoga, y un Buque de Combate Litoral más pequeño y más rápido, sin ninguna comparación con la flota actual, que se centraría en la remoción de minas, el rastreo y caza de submarinos y la lucha contra el terrorismo en aguas costeras. Todas estas nuevas embarcaciones tendrán herramientas mejoradas de defensa y procesamiento de información, así como también una capacidad “plug and play” (ver nota) que les permitirá ser rápidamente reconfiguradas para diferentes misiones. También incorporarán materiales compuestos, diseños de ocultamiento o invisibilidad (stealth), y propulsión eléctrica para hacerlas más difíciles de detectar, aunque un portaaviones con una cubierta de vuelo de 4.5 acres no es factible de ocultar totalmente.
Si todos estos buques de guerra son realmente necesarios, habida cuenta de la ya sustancial ventaja de la Marina de los EEUU sobre todos sus competidores, sigue siendo una cuestión abierta. Un programa para desarrollar gigantes bases marítimas (quizás semejantes a las modernas plataformas petrolíferas de mar adentro) que permitirían a las fuerzas terrestres y aéreas maniobrar en el extranjero podría ser de gran utilidad, habida cuenta de las permanentes dificultades que ha tenido EEUU para obtener el permiso de sobrevuelo de otras naciones. Pero lo que parece muy claro, en tierra o mar, es que el desarrollo de nuevos sistemas de armas seguirá aumentando la supremacía norteamericana dejando, sin embargo, a sus fuerzas militares vulnerables ante los ataques de “baja tecnología”.
Nota:
Plug and play (PNP): es una tecnología que permite a un dispositivo informático ser conectado a una computadora sin tener que configurar (mediante jumpers o software específico –no drivers- proporcionado por el fabricante) ni proporcionar parámetros a sus controladores. Continuará...
Les dejo un video sobre el portaaviones Almirante Kuznetsov (Rusia). No forma parte del artículo traducido, pero es muy bueno. Hasta pronto, queridos amigos!
Traducido de: The paradox of militar technology. Max Boot.
Véase el art. Original en:
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