Sumario: La religión ha sido siempre una fuerza importante en la política de los Estados Unidos, pero el reciente aumento en el número y el poder de los evangélicos está reconfigurando la escena política del país –con dramáticas consecuencias para la política exterior. Esto no debe ser motivo de pánico: los evangélicos son apasionadamente devotos de la justicia y la mejora del mundo, y están ansiosos de lograrlo a través de las líneas sectarias.EVANGÉLICOS Y POLÍTICA EXTERIOR
La religión ha sido siempre una fuerza importante en la política, la identidad y la cultura estadounidense. La religión conforma el carácter de la nación, ayuda a formar las ideas de los norteamericanos sobre el mundo, e influye en la forma en que los norteamericanos responden ante eventos más allá de sus fronteras. La religión explica el sentido de los norteamericanos de ellos mismos como un pueblo elegido y su creencia de que tienen el deber de extender sus valores por todo el mundo. Por supuesto, no todos los norteamericanos creen tales cosas –y aquellos que lo hacen, a menudo discrepan amargamente acerca de lo que exactamente quieren decir. Pero creen suficientemente que las ideas ejercen una profunda influencia sobre el comportamiento del país en el exterior y en casa.
En cierto sentido, la religión es tan importante para la vida en los Estados Unidos que desaparece en la mezcla. Regularmente los partidarios de todos los aspectos de cuestiones importantes apelan a principios religiosos para apoyar sus puntos de vista, y el país es tan diverso religiosamente que en cualquier lugar se puede encontrar el respaldo para casi toda política exterior concebible.
Incluso el balance de poder entre las diferentes tendencias religiosas cambia con el tiempo; en la última generación, este balance ha cambiado significativamente, y con dramáticas consecuencias. Las tendencias más conservadoras dentro del Protestantismo Americano han ganado adherentes, y el Protestantismo liberal que dominaba el país durante los años medios del siglo veinte se ha debilitado. Esto ya ha cambiado profundamente la política exterior norteamericana.
Sin embargo, estos cambios todavía han que ser ampliamente comprendidos, en parte porque la mayoría de los estudiantes de política exterior en Estados Unidos y el extranjero no están relativamente familiarizados con el Protestantismo conservador norteamericano. El hecho de que las opiniones del evangélico Reverendo Billy Graham conduzcan a enfoques sobre las relaciones exteriores bastante diferentes de, digamos, las de la Universidad Bob Jones (fundamentalista y popular), generalmente no se entiende. Pero sutiles diferencias teológicas y culturales pueden tener y tienen importantes consecuencias políticas. Por lo tanto, la interpretación del impacto de los cambios religiosos en los Estados Unidos sobre su política exterior requiere una mirada más cercana dentro del gran renacimiento del Protestantismo Americano.
¿Por qué enfocarse exclusivamente en el Protestantismo? La respuesta es, en parte, porque el Protestantismo ha configurado la mayor parte de la identidad del país y continúa siendo hoy la fe mayoritaria en los Estados Unidos (aunque por poco). Además, los cambios en el Catolicismo (la segunda fe más grande y la denominación religiosa más grande en el país) presentan una imagen más mezclada con menos implicancias en la política exterior. Y finalmente, los restantes grupos religiosos en Estados Unidos son significativamente menos influyentes cuando llegan a la política del país.
UNA CUESTIÓN DE FUNDAMENTOS
Para tener una idea de cómo los cambios contemporáneos en el Protestantismo comienzan a afectar a la política exterior norteamericana, ayuda entender el rol que la religión ha desempeñado históricamente en la vida pública del país. La tradición religiosa estadounidense, que surge de las Reformas del siglo dieciséis en Inglaterra y Escocia, ha incluído muchas ideologías y visiones del mundo diferentes a lo largo del tiempo. No obstante, tres tendencias han sido más influyentes: una estricta tradición que puede ser llamada fundamentalista, una tradición progresiva y ética conocida como Cristianismo liberal, y una tradición evangélica más amplia. (Los Pentecostales tienen diferencias teológicas con los evangélicos no-pentecostales y con los fundamentalistas, pero el Pentecostalismo es una rama de la teología evangélica, y por lo tanto la mayoría de los Pentecostales Americanos puede ser incluida aquí con los evangélicos).
Sería erróneo interpretar con demasiada precisión estas etiquetas. La mayor parte de los Cristianos norteamericanos mezcla y combina ideas teológicas y sociales de esta y otras tendencias del pensamiento Protestante y Cristiano con poco interés en la consistencia. Sin embargo, la descripción de las principales características de cada tendencia y sus implicancias en el rol de los Estados Unidos en el mundo hará más fácil apreciar el modo en que los cambios en el balance religioso están configurando el comportamiento del país.
Fundamentalistas, Cristianos liberales y evangélicos son parte de la corriente histórica principal del Protestantismo Americano, y como tal son profundamente afectados por la controversia modernista-fundamentalista de principios del siglo veinte. Para la mayor parte de los años 1800, muchos de los protestantes creían que la ciencia confirmaba la enseñanza bíblica. Pero cuando la biología darwinista y el “mayor criticismo” estudioso comenzaron a poner en duda las tradicionales opiniones sobre la autoría de la Biblia y su veracidad, el movimiento Protestante americano se desmembró. Los modernistas argumentaban que la mejor forma de defender al Cristianismo en una época culta era incorporando la nueva erudición dentro de la teología, y las principales denominaciones protestantes siguieron esta lógica. Los fundamentalistas creían que las iglesias debían permanecer leales a los “fundamentos” de la fe Protestante, tales como la verdad literal de la Biblia.
Los fundamentalistas mismos se divieron en dos ramas, distinguidas originalmente tanto por la cultura y el temperamento como por la teología. Los “separatistas” argumentaban que los verdaderos creyentes debían abandonar las iglesias que se comprometieran con o que toleraran al modernismo en cualquiera de sus formas. Mientras la sociedad y la cultura norteamericanas se volvían más seculares y pluralistas, los separatistas se retiraban cada vez más de la política y la cultura. La otra rama del movimiento fundamentalista original buscaba un continuo compromiso con el resto del mundo. Esta rama fue llamada originariamente neo-evangélica. Actualmente, los separatistas orgullosamente conservan la etiqueta de fundamentalistas, mientras que los neo-evangélicos eliminaron el prefijo y son conocidos simplemente como evangélicos.
Las tres corrientes contemporáneas del Protestantismo Americano (fundamentalista, liberal y evangélica) llevan a ideas muy diferentes acerca de cual debería ser el rol del país en el mundo. En este contexto, las diferencias más importantes tienen que ver con el grado en que cada una promueve el optimismo acerca de las posibilidades de un orden internacional estable, pacífico y culto, y la importancia que cada una coloca en las diferencias entre creyentes y no creyentes. En pocas palabras, los fundamentalistas son profundamente pesimistas acerca de las perspectivas de un orden mundial y ven pocas diferencias entre cristianos y no creyentes. Y los evangélicos se ubican en algún punto entre estos extremos.
Los que se definen a sí mismos como fundamentalistas son un grupo diversificado, en parte debido a que hay muchas definiciones del término “fundamentalista” y, de acuerdo con el carácter descentralizado y sectario del Protestantismo Americano, generalmente no hay un cuerpo autorizado generalmente aceptado que defina qué son o en qué creen los fundamentalistas. Aquí el término “fundamentalista” implica tres características: una elevada consideración sobre la autoridad bíblica y su inspiración; una fuerte determinación de defender la histórica fe protestante contra la influencia Católica Romana y la influencia modernista y secular no-cristiana; y la convicción de que los creyentes deberían separarse del mundo no-cristiano. Los fundamentalistas pueden encontrarse por toda la Cristiandad Protestante, y algunas confesiones consideradas de forma más apropiada como evangélicas (tales como los Baptistas del Sur y la Iglesia Luterana Sínodo de Missouri) tienen minorías ruidosas que legítimamente podrían ser llamadas fundamentalistas. Las denominaciones fundamentalistas, tales como la ultra- Calvinista Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, tienden a ser más pequeñas que las liberales y las evangélicas. Esto es en parte porque los fundamentalistas prefieren organizaciones pequeñas, puras y doctrinariamente rigurosas, más que las más grandes y diversas. Este también es el motivo por el cual muchas congregaciones fundamentalistas prefieren permanecer independientes de toda estructura confesional.
Muchos forasteros piensan en el fundamentalismo como un movimiento anti-intelectual y emocional. Y es cierto que muchos Protestantes Americanos conservadores atribuyen gran importancia a la experiencia emocional y espiritual personal. Pero la diferencia entre los fundamentalistas y los evangélicos no es que los fundamentalistas sean más emocionales en sus creencias; es que los fundamentalistas insisten más completamente en seguir sus ideas hasta su conclusión lógica. Los fundamentalistas están más interesados que los evangélicos en desarrollar una “cosmovisión cristiana” consistente y completa y aplicarla luego sistemáticamente al mundo. Una cosa es rechazar (como lo hacen muchos evangélicos) la evolución darwiniana porque sus experiencias personales los llevan a considerar a la Biblia como una guía infalible. Y otra cosa es desarrollar completamene (como lo hacen algunos fundamentalistas) un paradigma alternativo del “creacionismo científico”, escribir libros de texto al respecto, y procurar forzar a escuelas para que lo enseñen o retirar los niños de aquellas escuelas que no lo hacen. Las instituciones denominadas fundamentalistas, tales como el movimiento Baptista Independiente y la Universidad Bob Jones, no son semilleros de Holly Rollers revivalistas manipuladores de serpientes pero presentan becas exageradas, a menudo no convencionales.
Devastados por una serie de derrotas intelectuales y políticas en las décadas de 1920 y 1930, los fundamentalistas se retiraron y se sumieron en un aislamiento y pesimismo que eran ajenos a la orientación optimista del Protestantismo Americano del siglo XIX. El resultado de esta retirada fue darles a los fundamentalistas una perspectiva defensiva y alienada que tenía una marcada similitud con el Calvinismo Puritano de los orígenes de Nueva Inglaterra. Al igual que los Puritanos, muchos fundamentalistas sostienen la sombría visión de que hay una diferencia absoluta entre aquellas pocas almas que Dios ha elegido para redimir y las muchas que ha predestinado para terminar en el infierno. Los Calvinistas alguna vez trabajaron para establecer mancomunidades teocráticas -en Escocia por los Covenanters y el Partido Kirk, en Inglaterra durante el ascenso de Oliver Cromwell, y en Nueva Inglaterra durante todo el siglo XVII. Pero en los últimos tres siglos, la construcción de un estado teocrático se ha vuelto menos atractiva y menos factible para los fundamentalistas de la línea dura. No es solo que los cambios demográficos han hecho difícil imaginar circunstancias en las que los fundamentalistas constituyeran una mayoría. La experiencia de mancomunidades anteriores también muestra que las generaciones sucesoras usualmente carecen del fervor de los fundadores. Más tristes y más sabios a partir de estas experiencias, los fundamentalitas americanos contemporáneos generalmente creen que los esfuerzos humanos por construir un mundo mejor solamente podrá tener un éxito muy limitado. Ellos concuerdan con el predicador norteamericano del siglo XIX Dwight Moody, quien, cuando se le instó a centrarse en la acción política, contestó: “Considero a este mundo como un buque naufragado. Dios me ha dado un bote salvavidas y me dijo, Moody, salva a todos los que puedas”.
Si los fundamentalistas tienden a ser pesimistas acerca de las perspectivas de una reforma social dentro de los Estados Unidos, son francamente hostiles a la idea de un orden mundial basado en una moral laica y en instituciones globales como las Naciones Unidas. Más familiarizados que muchos norteamericanos con las historias de cristianos perseguidos en el extranjero, los fundamentalistas no ven nada moral en la cooperación con gobiernos que oprimen a las iglesias, prohiben el proselitismo cristiano, o castigan las conversiones al cristianismo bajo la ley islámica. Para las instituciones tales como la ONU, que tratan a estos gobiernos como legítimos, ellos aplican las palabras del profeta Isaías: “Hemos hecho un pacto con la muerte, y con el infierno estamos de acuerdo”. No es casualidad que las populares novelas Left Behind, que representan el fin del mundo desde una perspectiva fundamentalista, muestren al Anticristo ascendiendo al poder como secretario general de las Naciones Unidas.
Los fundamentalistas, por último, están comprometidos con una visión apocalíptica del fín del mundo y el Juicio Final. Como literalistas bíblicos, ellos creen que las oscuras profecías tanto en las escrituras Hebreas como Griegas, en particular los libros del Apocalipsis, predicen los grandes y terribles acontecimientos que resonarán bajo el telón de la historia de la humanidad. Satanás y sus aliados humanos organizarán un rebelión final contra Dios y los elegidos: los creyentes sufrirán terribles persecusiones, pero Cristo derribará a sus enemigos y reinará sobre un nuevo cielo y una nueva tierra. Esta visión no es particularmente hospitalaria para la idea de un progreso gradual hacia una utopía secular impulsada por avances tecnológicos y la cooperación de personas inteligentes de todas las tradiciones religiosas.
PENSAMIENTO LIBERAL
El Cristianismo Liberal encuentra el núcleo de la Cristiandad en sus enseñanzas éticas más que en sus doctrinas clásicas. Ya desde el siglo XVII, esta corriente de pensamiento cristiano ha estado trabajando para desmitificar la religión: separar el núcleo de inspiración moral de la coraza de leyenda que, supuestamente, creció a su alrededor. Los cristianos liberales son escépticos sobre las complejas doctrinas con respecto a la naturaleza de Jesús y la Santísima Trinidad que fueron desarrolladas en los primeros siglos de historia de la iglesia. Son reacios a aceptar varios episodios bíblicos –tales como la creación del mundo en siete días, el Jardín del Edén, y la inundación de Noé- como narrativa literal. Y su escepticismo a menudo se extiende también a la resurrección física de Jesús y los varios milagros que se le atribuyen. En vez de creer que Jesús fue un ser sobrenatural, los cristianos liberales lo ven como un sublime maestro moral cuyo ejemplo ellos buscan seguir a través de una vida de servicio –dirigido a menudo principalmente a los pobres. La Iglesia Unitaria, introducida en los Estados Unidos en 1794 por Joseph Priestly, científico y teólogo inglés, es una denominación organizada alrededor de estas ideas fundamentales. Priestly era amigo de Benjamin Franklin y tuvo además una significativa influencia teológica sobre Thomas Jefferson, aunque ambos (Franklin y Jefferson) asistían a los servicios episcopales cuando iban a la iglesia. Mientras el darwinismo y el criticismo bíblico llevaban a otros a cuestionar la exactitud literal de muchas historias bíblicas, el liberalismo se expandió ampliamente a través de las principales denominaciones protestantes –incluyendo las iglesias Metodista, Presbiteriana, Bautista Americana, Congregacional, Episcopal, y Luterana- a las que generalmente han pertenecido las elites sociales, intelectuales y económicas de los Estados Unidos.
Aunque los cristianos doctrinalmente más conservadores a menudo consideran a los progresistas como fuera de la corriente cristiana principal, los cristianos liberales dicen representar la esencia del protestantismo. La Reforma, en su opinión, fue el primer paso en la recuperación del valioso núcleo de la Cristiandad. Los reformistas originales purgaron a la Iglesia de la venta de indulgencias y de ideas tales como el purgatorio, la inalibilidad pontificia, y la transubstanciación. Al atacar doctrinas cristianas establecidas como la Trinidad, el pecado original y la existencia del infierno, los cristianos liberales de hoy consideran que simplemente están siguiendo el “principio protestante”.
El Cristianismo Liberal tiene una estimación mucho menor acerca de la diferencia entre cristianos y no-cristianos de la que tienen las otras grandes formas del protestantismo norteamericano. Los cristianos liberales creen que la ética es la misma en todo el mundo. Budistas, Cristianos, Hindúes, Judíos, Musulmanes, e incluso personas no religiosas pueden ponerse de acuerdo acerca de qué es lo correcto y qué es lo que está mal; cada religión tiene un núcleo de verdad ética. La idea de la iglesia como una sociedad sobrenatural cuyos miembros disfrutan de una gracia especial juega un papel muy limitado en el Cristianismo Liberal.
Puesto que la mayoría de los cristianos liberales (con la importante excepción de los “cristianos realistas” tales como el teólogo Reinhold Niebhur) descartan la doctrina del pecado original, el cristianismo liberal lleva hacia el optimismo tanto respecto de las perspectivas de un orden mundial pacífico como a las organizaciones internacionales tales como la ONU. En efecto, los cristianos liberales han visto frecuentemente la lucha por el establecimiento del reino de Dios como un llamado a apoyar las causas políticas progresistas en el país y el exterior. Argumentan que las oscuras profecías del Apocalipsis señalan las dificultades de establecer un orden social justo sobre la Tierra –pero que, sin embargo, este orden tendrá lugar si es que todo el mundo trabaja en conjunto para construirlo.
El Protestantismo Liberal dominó la visión del mundo de la clase política durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Líderes como Franklin Roosvelt, Harry Truman, Dean Acheson, Dwight Eisenhower y John Foster Dulles estuvieron, como la mayor parte de las elites americanas de aquel momento, inmersos en esta tradición. El enfoque cristiano liberal también abrió las puertas a la cooperación con los Católicos Apostólicos Romanos y los Judíos, quienes se volvieron entonces cada vez más influyentes en los Estados Unidos. Una parte del optimismo con el que muchos cristianos liberales actualmente enfocan los problemas del orden mundial y la cooperación entre líneas étnicas y religiosas refleja su anterior éxito en la formación de un consenso nacional.
Sin embargo, en los últimos años el Cristianismo liberal ha tenido que enfrentar varios desafíos. En primer lugar, el Protestantismo liberal tiende a disiparse en el secularismo: sus miembros siguen el “principio protestante” fuera de la puerta de la iglesia. Como resultado, las principales denominaciones liberales ahora están reduciéndose –rápidamente. En segundo lugar, los cristianos liberales a menudo participan tibiamente en cuestiones y causas “religiosas”. Los cristianos liberales pueden ser ambientalistas involucrados en el Sierra Club o activistas de derechos humanos participantes de Amnesty International, pero esas actividades tienen lugar en el mundo secular. En tercer lugar, marginados por la jerarquía católica por su posición en temas como el aborto y los derechos de los homosexuales, y por los Judíos por la disminución de su apoyo a Israel, los cristianos liberales están perdiendo su rol tradicional de organizadores de una comunidad interreligiosa. Por último, las principales denominaciones en sí mismas están cada vez más polarizadas en temas tales como los derechos de los homosexuales. Consumidos por batallas internas, son menos capaces de influir en la sociedad norteamericana en su conjunto.
La religión ha sido siempre una fuerza importante en la política, la identidad y la cultura estadounidense. La religión conforma el carácter de la nación, ayuda a formar las ideas de los norteamericanos sobre el mundo, e influye en la forma en que los norteamericanos responden ante eventos más allá de sus fronteras. La religión explica el sentido de los norteamericanos de ellos mismos como un pueblo elegido y su creencia de que tienen el deber de extender sus valores por todo el mundo. Por supuesto, no todos los norteamericanos creen tales cosas –y aquellos que lo hacen, a menudo discrepan amargamente acerca de lo que exactamente quieren decir. Pero creen suficientemente que las ideas ejercen una profunda influencia sobre el comportamiento del país en el exterior y en casa.
En cierto sentido, la religión es tan importante para la vida en los Estados Unidos que desaparece en la mezcla. Regularmente los partidarios de todos los aspectos de cuestiones importantes apelan a principios religiosos para apoyar sus puntos de vista, y el país es tan diverso religiosamente que en cualquier lugar se puede encontrar el respaldo para casi toda política exterior concebible.
Incluso el balance de poder entre las diferentes tendencias religiosas cambia con el tiempo; en la última generación, este balance ha cambiado significativamente, y con dramáticas consecuencias. Las tendencias más conservadoras dentro del Protestantismo Americano han ganado adherentes, y el Protestantismo liberal que dominaba el país durante los años medios del siglo veinte se ha debilitado. Esto ya ha cambiado profundamente la política exterior norteamericana.
Sin embargo, estos cambios todavía han que ser ampliamente comprendidos, en parte porque la mayoría de los estudiantes de política exterior en Estados Unidos y el extranjero no están relativamente familiarizados con el Protestantismo conservador norteamericano. El hecho de que las opiniones del evangélico Reverendo Billy Graham conduzcan a enfoques sobre las relaciones exteriores bastante diferentes de, digamos, las de la Universidad Bob Jones (fundamentalista y popular), generalmente no se entiende. Pero sutiles diferencias teológicas y culturales pueden tener y tienen importantes consecuencias políticas. Por lo tanto, la interpretación del impacto de los cambios religiosos en los Estados Unidos sobre su política exterior requiere una mirada más cercana dentro del gran renacimiento del Protestantismo Americano.
¿Por qué enfocarse exclusivamente en el Protestantismo? La respuesta es, en parte, porque el Protestantismo ha configurado la mayor parte de la identidad del país y continúa siendo hoy la fe mayoritaria en los Estados Unidos (aunque por poco). Además, los cambios en el Catolicismo (la segunda fe más grande y la denominación religiosa más grande en el país) presentan una imagen más mezclada con menos implicancias en la política exterior. Y finalmente, los restantes grupos religiosos en Estados Unidos son significativamente menos influyentes cuando llegan a la política del país.
UNA CUESTIÓN DE FUNDAMENTOS
Para tener una idea de cómo los cambios contemporáneos en el Protestantismo comienzan a afectar a la política exterior norteamericana, ayuda entender el rol que la religión ha desempeñado históricamente en la vida pública del país. La tradición religiosa estadounidense, que surge de las Reformas del siglo dieciséis en Inglaterra y Escocia, ha incluído muchas ideologías y visiones del mundo diferentes a lo largo del tiempo. No obstante, tres tendencias han sido más influyentes: una estricta tradición que puede ser llamada fundamentalista, una tradición progresiva y ética conocida como Cristianismo liberal, y una tradición evangélica más amplia. (Los Pentecostales tienen diferencias teológicas con los evangélicos no-pentecostales y con los fundamentalistas, pero el Pentecostalismo es una rama de la teología evangélica, y por lo tanto la mayoría de los Pentecostales Americanos puede ser incluida aquí con los evangélicos).
Sería erróneo interpretar con demasiada precisión estas etiquetas. La mayor parte de los Cristianos norteamericanos mezcla y combina ideas teológicas y sociales de esta y otras tendencias del pensamiento Protestante y Cristiano con poco interés en la consistencia. Sin embargo, la descripción de las principales características de cada tendencia y sus implicancias en el rol de los Estados Unidos en el mundo hará más fácil apreciar el modo en que los cambios en el balance religioso están configurando el comportamiento del país.
Fundamentalistas, Cristianos liberales y evangélicos son parte de la corriente histórica principal del Protestantismo Americano, y como tal son profundamente afectados por la controversia modernista-fundamentalista de principios del siglo veinte. Para la mayor parte de los años 1800, muchos de los protestantes creían que la ciencia confirmaba la enseñanza bíblica. Pero cuando la biología darwinista y el “mayor criticismo” estudioso comenzaron a poner en duda las tradicionales opiniones sobre la autoría de la Biblia y su veracidad, el movimiento Protestante americano se desmembró. Los modernistas argumentaban que la mejor forma de defender al Cristianismo en una época culta era incorporando la nueva erudición dentro de la teología, y las principales denominaciones protestantes siguieron esta lógica. Los fundamentalistas creían que las iglesias debían permanecer leales a los “fundamentos” de la fe Protestante, tales como la verdad literal de la Biblia.
Los fundamentalistas mismos se divieron en dos ramas, distinguidas originalmente tanto por la cultura y el temperamento como por la teología. Los “separatistas” argumentaban que los verdaderos creyentes debían abandonar las iglesias que se comprometieran con o que toleraran al modernismo en cualquiera de sus formas. Mientras la sociedad y la cultura norteamericanas se volvían más seculares y pluralistas, los separatistas se retiraban cada vez más de la política y la cultura. La otra rama del movimiento fundamentalista original buscaba un continuo compromiso con el resto del mundo. Esta rama fue llamada originariamente neo-evangélica. Actualmente, los separatistas orgullosamente conservan la etiqueta de fundamentalistas, mientras que los neo-evangélicos eliminaron el prefijo y son conocidos simplemente como evangélicos.
Las tres corrientes contemporáneas del Protestantismo Americano (fundamentalista, liberal y evangélica) llevan a ideas muy diferentes acerca de cual debería ser el rol del país en el mundo. En este contexto, las diferencias más importantes tienen que ver con el grado en que cada una promueve el optimismo acerca de las posibilidades de un orden internacional estable, pacífico y culto, y la importancia que cada una coloca en las diferencias entre creyentes y no creyentes. En pocas palabras, los fundamentalistas son profundamente pesimistas acerca de las perspectivas de un orden mundial y ven pocas diferencias entre cristianos y no creyentes. Y los evangélicos se ubican en algún punto entre estos extremos.
Los que se definen a sí mismos como fundamentalistas son un grupo diversificado, en parte debido a que hay muchas definiciones del término “fundamentalista” y, de acuerdo con el carácter descentralizado y sectario del Protestantismo Americano, generalmente no hay un cuerpo autorizado generalmente aceptado que defina qué son o en qué creen los fundamentalistas. Aquí el término “fundamentalista” implica tres características: una elevada consideración sobre la autoridad bíblica y su inspiración; una fuerte determinación de defender la histórica fe protestante contra la influencia Católica Romana y la influencia modernista y secular no-cristiana; y la convicción de que los creyentes deberían separarse del mundo no-cristiano. Los fundamentalistas pueden encontrarse por toda la Cristiandad Protestante, y algunas confesiones consideradas de forma más apropiada como evangélicas (tales como los Baptistas del Sur y la Iglesia Luterana Sínodo de Missouri) tienen minorías ruidosas que legítimamente podrían ser llamadas fundamentalistas. Las denominaciones fundamentalistas, tales como la ultra- Calvinista Iglesia Presbiteriana Ortodoxa, tienden a ser más pequeñas que las liberales y las evangélicas. Esto es en parte porque los fundamentalistas prefieren organizaciones pequeñas, puras y doctrinariamente rigurosas, más que las más grandes y diversas. Este también es el motivo por el cual muchas congregaciones fundamentalistas prefieren permanecer independientes de toda estructura confesional.
Muchos forasteros piensan en el fundamentalismo como un movimiento anti-intelectual y emocional. Y es cierto que muchos Protestantes Americanos conservadores atribuyen gran importancia a la experiencia emocional y espiritual personal. Pero la diferencia entre los fundamentalistas y los evangélicos no es que los fundamentalistas sean más emocionales en sus creencias; es que los fundamentalistas insisten más completamente en seguir sus ideas hasta su conclusión lógica. Los fundamentalistas están más interesados que los evangélicos en desarrollar una “cosmovisión cristiana” consistente y completa y aplicarla luego sistemáticamente al mundo. Una cosa es rechazar (como lo hacen muchos evangélicos) la evolución darwiniana porque sus experiencias personales los llevan a considerar a la Biblia como una guía infalible. Y otra cosa es desarrollar completamene (como lo hacen algunos fundamentalistas) un paradigma alternativo del “creacionismo científico”, escribir libros de texto al respecto, y procurar forzar a escuelas para que lo enseñen o retirar los niños de aquellas escuelas que no lo hacen. Las instituciones denominadas fundamentalistas, tales como el movimiento Baptista Independiente y la Universidad Bob Jones, no son semilleros de Holly Rollers revivalistas manipuladores de serpientes pero presentan becas exageradas, a menudo no convencionales.
Devastados por una serie de derrotas intelectuales y políticas en las décadas de 1920 y 1930, los fundamentalistas se retiraron y se sumieron en un aislamiento y pesimismo que eran ajenos a la orientación optimista del Protestantismo Americano del siglo XIX. El resultado de esta retirada fue darles a los fundamentalistas una perspectiva defensiva y alienada que tenía una marcada similitud con el Calvinismo Puritano de los orígenes de Nueva Inglaterra. Al igual que los Puritanos, muchos fundamentalistas sostienen la sombría visión de que hay una diferencia absoluta entre aquellas pocas almas que Dios ha elegido para redimir y las muchas que ha predestinado para terminar en el infierno. Los Calvinistas alguna vez trabajaron para establecer mancomunidades teocráticas -en Escocia por los Covenanters y el Partido Kirk, en Inglaterra durante el ascenso de Oliver Cromwell, y en Nueva Inglaterra durante todo el siglo XVII. Pero en los últimos tres siglos, la construcción de un estado teocrático se ha vuelto menos atractiva y menos factible para los fundamentalistas de la línea dura. No es solo que los cambios demográficos han hecho difícil imaginar circunstancias en las que los fundamentalistas constituyeran una mayoría. La experiencia de mancomunidades anteriores también muestra que las generaciones sucesoras usualmente carecen del fervor de los fundadores. Más tristes y más sabios a partir de estas experiencias, los fundamentalitas americanos contemporáneos generalmente creen que los esfuerzos humanos por construir un mundo mejor solamente podrá tener un éxito muy limitado. Ellos concuerdan con el predicador norteamericano del siglo XIX Dwight Moody, quien, cuando se le instó a centrarse en la acción política, contestó: “Considero a este mundo como un buque naufragado. Dios me ha dado un bote salvavidas y me dijo, Moody, salva a todos los que puedas”.
Si los fundamentalistas tienden a ser pesimistas acerca de las perspectivas de una reforma social dentro de los Estados Unidos, son francamente hostiles a la idea de un orden mundial basado en una moral laica y en instituciones globales como las Naciones Unidas. Más familiarizados que muchos norteamericanos con las historias de cristianos perseguidos en el extranjero, los fundamentalistas no ven nada moral en la cooperación con gobiernos que oprimen a las iglesias, prohiben el proselitismo cristiano, o castigan las conversiones al cristianismo bajo la ley islámica. Para las instituciones tales como la ONU, que tratan a estos gobiernos como legítimos, ellos aplican las palabras del profeta Isaías: “Hemos hecho un pacto con la muerte, y con el infierno estamos de acuerdo”. No es casualidad que las populares novelas Left Behind, que representan el fin del mundo desde una perspectiva fundamentalista, muestren al Anticristo ascendiendo al poder como secretario general de las Naciones Unidas.
Los fundamentalistas, por último, están comprometidos con una visión apocalíptica del fín del mundo y el Juicio Final. Como literalistas bíblicos, ellos creen que las oscuras profecías tanto en las escrituras Hebreas como Griegas, en particular los libros del Apocalipsis, predicen los grandes y terribles acontecimientos que resonarán bajo el telón de la historia de la humanidad. Satanás y sus aliados humanos organizarán un rebelión final contra Dios y los elegidos: los creyentes sufrirán terribles persecusiones, pero Cristo derribará a sus enemigos y reinará sobre un nuevo cielo y una nueva tierra. Esta visión no es particularmente hospitalaria para la idea de un progreso gradual hacia una utopía secular impulsada por avances tecnológicos y la cooperación de personas inteligentes de todas las tradiciones religiosas.
PENSAMIENTO LIBERAL
El Cristianismo Liberal encuentra el núcleo de la Cristiandad en sus enseñanzas éticas más que en sus doctrinas clásicas. Ya desde el siglo XVII, esta corriente de pensamiento cristiano ha estado trabajando para desmitificar la religión: separar el núcleo de inspiración moral de la coraza de leyenda que, supuestamente, creció a su alrededor. Los cristianos liberales son escépticos sobre las complejas doctrinas con respecto a la naturaleza de Jesús y la Santísima Trinidad que fueron desarrolladas en los primeros siglos de historia de la iglesia. Son reacios a aceptar varios episodios bíblicos –tales como la creación del mundo en siete días, el Jardín del Edén, y la inundación de Noé- como narrativa literal. Y su escepticismo a menudo se extiende también a la resurrección física de Jesús y los varios milagros que se le atribuyen. En vez de creer que Jesús fue un ser sobrenatural, los cristianos liberales lo ven como un sublime maestro moral cuyo ejemplo ellos buscan seguir a través de una vida de servicio –dirigido a menudo principalmente a los pobres. La Iglesia Unitaria, introducida en los Estados Unidos en 1794 por Joseph Priestly, científico y teólogo inglés, es una denominación organizada alrededor de estas ideas fundamentales. Priestly era amigo de Benjamin Franklin y tuvo además una significativa influencia teológica sobre Thomas Jefferson, aunque ambos (Franklin y Jefferson) asistían a los servicios episcopales cuando iban a la iglesia. Mientras el darwinismo y el criticismo bíblico llevaban a otros a cuestionar la exactitud literal de muchas historias bíblicas, el liberalismo se expandió ampliamente a través de las principales denominaciones protestantes –incluyendo las iglesias Metodista, Presbiteriana, Bautista Americana, Congregacional, Episcopal, y Luterana- a las que generalmente han pertenecido las elites sociales, intelectuales y económicas de los Estados Unidos.
Aunque los cristianos doctrinalmente más conservadores a menudo consideran a los progresistas como fuera de la corriente cristiana principal, los cristianos liberales dicen representar la esencia del protestantismo. La Reforma, en su opinión, fue el primer paso en la recuperación del valioso núcleo de la Cristiandad. Los reformistas originales purgaron a la Iglesia de la venta de indulgencias y de ideas tales como el purgatorio, la inalibilidad pontificia, y la transubstanciación. Al atacar doctrinas cristianas establecidas como la Trinidad, el pecado original y la existencia del infierno, los cristianos liberales de hoy consideran que simplemente están siguiendo el “principio protestante”.
El Cristianismo Liberal tiene una estimación mucho menor acerca de la diferencia entre cristianos y no-cristianos de la que tienen las otras grandes formas del protestantismo norteamericano. Los cristianos liberales creen que la ética es la misma en todo el mundo. Budistas, Cristianos, Hindúes, Judíos, Musulmanes, e incluso personas no religiosas pueden ponerse de acuerdo acerca de qué es lo correcto y qué es lo que está mal; cada religión tiene un núcleo de verdad ética. La idea de la iglesia como una sociedad sobrenatural cuyos miembros disfrutan de una gracia especial juega un papel muy limitado en el Cristianismo Liberal.
Puesto que la mayoría de los cristianos liberales (con la importante excepción de los “cristianos realistas” tales como el teólogo Reinhold Niebhur) descartan la doctrina del pecado original, el cristianismo liberal lleva hacia el optimismo tanto respecto de las perspectivas de un orden mundial pacífico como a las organizaciones internacionales tales como la ONU. En efecto, los cristianos liberales han visto frecuentemente la lucha por el establecimiento del reino de Dios como un llamado a apoyar las causas políticas progresistas en el país y el exterior. Argumentan que las oscuras profecías del Apocalipsis señalan las dificultades de establecer un orden social justo sobre la Tierra –pero que, sin embargo, este orden tendrá lugar si es que todo el mundo trabaja en conjunto para construirlo.
El Protestantismo Liberal dominó la visión del mundo de la clase política durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. Líderes como Franklin Roosvelt, Harry Truman, Dean Acheson, Dwight Eisenhower y John Foster Dulles estuvieron, como la mayor parte de las elites americanas de aquel momento, inmersos en esta tradición. El enfoque cristiano liberal también abrió las puertas a la cooperación con los Católicos Apostólicos Romanos y los Judíos, quienes se volvieron entonces cada vez más influyentes en los Estados Unidos. Una parte del optimismo con el que muchos cristianos liberales actualmente enfocan los problemas del orden mundial y la cooperación entre líneas étnicas y religiosas refleja su anterior éxito en la formación de un consenso nacional.
Sin embargo, en los últimos años el Cristianismo liberal ha tenido que enfrentar varios desafíos. En primer lugar, el Protestantismo liberal tiende a disiparse en el secularismo: sus miembros siguen el “principio protestante” fuera de la puerta de la iglesia. Como resultado, las principales denominaciones liberales ahora están reduciéndose –rápidamente. En segundo lugar, los cristianos liberales a menudo participan tibiamente en cuestiones y causas “religiosas”. Los cristianos liberales pueden ser ambientalistas involucrados en el Sierra Club o activistas de derechos humanos participantes de Amnesty International, pero esas actividades tienen lugar en el mundo secular. En tercer lugar, marginados por la jerarquía católica por su posición en temas como el aborto y los derechos de los homosexuales, y por los Judíos por la disminución de su apoyo a Israel, los cristianos liberales están perdiendo su rol tradicional de organizadores de una comunidad interreligiosa. Por último, las principales denominaciones en sí mismas están cada vez más polarizadas en temas tales como los derechos de los homosexuales. Consumidos por batallas internas, son menos capaces de influir en la sociedad norteamericana en su conjunto.
Oyola, siempre paso a leerla.
ResponderBorrarTenemos pendientes los mates y nuestras solipsistas charlas:P espero que se reporte pronto a mi domicilio.
Un abrazo.