FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!!!! Que pasen una noche muy linda, con sus amigos, sus seres queridos, que sean muy felices.
De regalo les dejo un video, que no tiene absolutamente nada que ver con la Navidad. Pero el tema es el siguiente: a que no pueden escuchar esta música sin que se les caiga una lágrima. Una de dos: o es música celestial, o yo estoy demasiado sensible y llorona. Como sea, los dejo con un poquito de mùsica, para descansar un poco de tanto terrorismo y polìtica (creo que nos viene bien a todos).
Hasta luego, Felìz Navidad!!!!!!!
Sí, era Pavarotti cantando Nessum Dorma, aria de la ópera Turandot.
Les presento mis mejores traducciones sobre política internacional, en especial el drama del terrorismo y los conflictos bélicos. Los artículos originales provienen de reconocidas fuentes, como cadenas de noticias y organismos de investigación sobre la materia: Council on Foreign Relations, BBC News, Institute for Counter Terrorism, etc.
23 diciembre 2008
17 diciembre 2008
Piratas, terrorismo y Estados fallidos
Incluso desde el fin de la Guerra Fría, se ha hablado mucho acerca del problema de los Estados fallidos. Ahora estamos viendo algunas de las terribles consecuencias del fracaso estatal en la periferia de la región de Medio Oriente.
En Pakistán, grupos terroristas como los Talibán, Al Qaeda, y Lashkar-e-Taiba se han establecido como un estado dentro del estado. Tienen un dominio virtualmente libre en las zonas tribales de administración federal, y un menor (aunque todavía importante) margen de maniobra en la Frontera Noroeste y otras provincias. Esto les hace muy fácil lanzar ataques como los que mataron a más de 170 personas en Bombay. U otros ataques, como los que costaron la vida de soldados de la OTAN en Afganistán.
En todo el Océano Índico los piratas están aterrorizando a los barcos en tránsito. La Oficina Marítima Internacional informa que este año 92 buques han sido atacados y 36 secuestrados en las costas de Somalia y Yemen. Por lo menos 14 buques todavía siguen secuestrados, y 260 miembros de tripulación están como rehenes. Un barco de pasajeros con más de 1000 personas a bordo apenas evitó convertirse en la última presa de los piratas. Buques que no han sido tan afortunados incluyen un petrolero saudita que llevaba dos millones de barriles de crudo y un carguero ucraniano lleno de tanques y otras armas.
La depredación de los piratas y los terroristas –dos especies de delincuentes internacionales- ha causado mucha angustia y una hasta ahora infructuosa búsqueda de soluciones. La ONU ha autorizado que entren buques de guerra en aguas territoriales de Somalia y que usen “toda la fuerza necesaria” contra los piratas. Varios países, entre ellos Estados Unidos, han enviado sus propias fuerzas para colaborar, pero la cantidad es claramente insuficiente para salvaguardar miles de kilómetros de agua. Los bandidos cada vez más intrépidos están aventurándose más y más lejos de la costa en busca de presas aún más lucrativas.
La respuesta en Pakistán ha sido solamente tan limitada como ineficaz. La India, Estados Unidos, Afganistán y otros países preocupados han pasado años suplicándole a Islamabad que tomara medidas contra los terroristas. Estos ruegos han sido acompañados por ofrecimientos de ayuda y amenazas si la inacción continúa. Esto tampoco ha hecho nada bien. El ejército pakistaní parece poco dispuesto o incapaz (o tal vez las dos cosas) de tomar medidas eficaces contra los poderosos grupos jihadistas que tienen vínculos de larga data con su propio servicio de inteligencia. En la desesperación, Estados Unidos ha recurrido al asesinato de los terroristas, uno por uno, con vehículos aéreos no tripulados. Esta táctica funciona y debería continuar, pero no es más que un apósito en una gran herida abierta.
El problema esencial tanto en Somalia como en Pakistán es el fracaso del gobierno. La pregunta es: ¿qué es lo que pueden hacer, si es que se puede hacer algo, las potencias extranjeras para llevar el imperio de la ley a estas tierras tan problemáticas? En el siglo XIX la respuesta era simple: los imperialistas europeos plantarían sus banderas e impondrían sus leyes a punta de pistola. El territorio que ahora comprende Pakistán no era totalmente pacífico cuando se encontraba bajo el dominio británico. Tampoco lo era la Somalia bajo soberanía británica e italiana. Pero estaban considerablemente mejor que hoy –no sólo desde la perspectiva de los países occidentales, sino también de sus propios ciudadanos.
Podría pensarse que un imperialismo así es simplemente inaceptable hoy en día. Pero esto no es del todo cierto. Ha habido una serie de casos de imperialismo en años recientes (imperialismo en todo sentido, pero sin ese nombre, por supuesto). Bosnia y Kosovo, que todavía son pabellones de la OTAN y la Unión Europea, son ejemplos notables de cuán exitosas pueden ser estas intervenciones en el momento justo.
La verdadera dificultad en emular estos ejemplos no es la falta de legitimidad. Que puede ser conferida por las Naciones Unidas o por alguna otra organización multilateral. Más difícil de superar es la falta de voluntad. Las guerrillas han demostrado ser lamentablemente exitosas en la expulsión o la neutralización de fuerzas de paz internacionales. Piense en las tropas norteamericanas y francesas en Beirut en 1983, o el incidente de la caída del Halcón Negro en Somalia en 1993.
Con demasiada frencuencia, cuando países extranjeros acuerdan enviar tropas, están tan temerosos de las bajas que imponen normas de compromiso que excluyen la acción significativa. Piense en la ineficacia de los pacificadores de la Unión Africana con respecto al genocidio de Darfur, o los pacificadores de la ONU con respecto al genocidio de Ruanda (1994). Incluso la alianza militar más poderosa del mundo no es inmune a estos problemas. La OTAN ha encontrado evidencias de ellos en el intento de que los estados miembros cumplieran con sus obligaciones en Afganistán.
Si la OTAN no hace lo suficiente para ganar la guerra en Afganistán, su mayor prioridad, entonces hay pocas probabilidades de que asigne tropas para patrullar las áreas tribales pakistaníes o la costa de Somalia. Y si los miembros de la OTAN no actúan, ¿quién lo hará?
Esa dificultad plantea ideas cuestionables tales como la que acaba de presentar Robert Kagan (teórico de política exterior): “La comunidad internacional tiene que declarar que partes de Pakistán se han vuelto ingobernables y una amenaza para la seguridad interancional. Hay que establecer una fuerza internacional que trabaje con los pakistaníes para eliminar de raíz los campos terroristas en Cachemira y en las zonas tribales”.
Es una tragedia el hecho de que tales propuestas no tengan la posibilidad de ser hechas realidad hasta que ocurra un drama. Si sufrimos otro 11 de septiembre, o algo peor, y los culpables pueden rastrearse hasta Pakistán, entonces Estados Unidos y sus aliados reunirán los medios para actuar. Pero antes no.
Dada tan triste realidad, tiene sentido pensar en la segunda mejor alternativa. En el caso de los piratas somalíes, soluciones creativas pueden incluir el uso de potencia aérea y naval para atacar las bases desde las que operan, y emplear mercenarios de Blackwater u otros para agregar esfuerzos de protección a los de las marinas del mundo. En Pakistán eso significa continuar con los ataques aéreos y proporcionar asistencia a las milicias tribales que tienen sus propios motivos en contra de los intrusos jihadistas. En ambos lugares, Estados Unidos debería estar haciendo lo que puede, en cooperación con aliados y organizaciones multilaterales, para reforzar a la autoridad central.
Pero no debemos engañarnos al pensar que alguna de estas medidas tiene mucha posibilidad de éxito. Hasta que estemos dispuestos a colocar más espacios ingobernables bajo una administración internacional, vilezas como la piratería y el terrorismo seguirán creciendo.
En Pakistán, grupos terroristas como los Talibán, Al Qaeda, y Lashkar-e-Taiba se han establecido como un estado dentro del estado. Tienen un dominio virtualmente libre en las zonas tribales de administración federal, y un menor (aunque todavía importante) margen de maniobra en la Frontera Noroeste y otras provincias. Esto les hace muy fácil lanzar ataques como los que mataron a más de 170 personas en Bombay. U otros ataques, como los que costaron la vida de soldados de la OTAN en Afganistán.
En todo el Océano Índico los piratas están aterrorizando a los barcos en tránsito. La Oficina Marítima Internacional informa que este año 92 buques han sido atacados y 36 secuestrados en las costas de Somalia y Yemen. Por lo menos 14 buques todavía siguen secuestrados, y 260 miembros de tripulación están como rehenes. Un barco de pasajeros con más de 1000 personas a bordo apenas evitó convertirse en la última presa de los piratas. Buques que no han sido tan afortunados incluyen un petrolero saudita que llevaba dos millones de barriles de crudo y un carguero ucraniano lleno de tanques y otras armas.
La depredación de los piratas y los terroristas –dos especies de delincuentes internacionales- ha causado mucha angustia y una hasta ahora infructuosa búsqueda de soluciones. La ONU ha autorizado que entren buques de guerra en aguas territoriales de Somalia y que usen “toda la fuerza necesaria” contra los piratas. Varios países, entre ellos Estados Unidos, han enviado sus propias fuerzas para colaborar, pero la cantidad es claramente insuficiente para salvaguardar miles de kilómetros de agua. Los bandidos cada vez más intrépidos están aventurándose más y más lejos de la costa en busca de presas aún más lucrativas.
La respuesta en Pakistán ha sido solamente tan limitada como ineficaz. La India, Estados Unidos, Afganistán y otros países preocupados han pasado años suplicándole a Islamabad que tomara medidas contra los terroristas. Estos ruegos han sido acompañados por ofrecimientos de ayuda y amenazas si la inacción continúa. Esto tampoco ha hecho nada bien. El ejército pakistaní parece poco dispuesto o incapaz (o tal vez las dos cosas) de tomar medidas eficaces contra los poderosos grupos jihadistas que tienen vínculos de larga data con su propio servicio de inteligencia. En la desesperación, Estados Unidos ha recurrido al asesinato de los terroristas, uno por uno, con vehículos aéreos no tripulados. Esta táctica funciona y debería continuar, pero no es más que un apósito en una gran herida abierta.
El problema esencial tanto en Somalia como en Pakistán es el fracaso del gobierno. La pregunta es: ¿qué es lo que pueden hacer, si es que se puede hacer algo, las potencias extranjeras para llevar el imperio de la ley a estas tierras tan problemáticas? En el siglo XIX la respuesta era simple: los imperialistas europeos plantarían sus banderas e impondrían sus leyes a punta de pistola. El territorio que ahora comprende Pakistán no era totalmente pacífico cuando se encontraba bajo el dominio británico. Tampoco lo era la Somalia bajo soberanía británica e italiana. Pero estaban considerablemente mejor que hoy –no sólo desde la perspectiva de los países occidentales, sino también de sus propios ciudadanos.
Podría pensarse que un imperialismo así es simplemente inaceptable hoy en día. Pero esto no es del todo cierto. Ha habido una serie de casos de imperialismo en años recientes (imperialismo en todo sentido, pero sin ese nombre, por supuesto). Bosnia y Kosovo, que todavía son pabellones de la OTAN y la Unión Europea, son ejemplos notables de cuán exitosas pueden ser estas intervenciones en el momento justo.
La verdadera dificultad en emular estos ejemplos no es la falta de legitimidad. Que puede ser conferida por las Naciones Unidas o por alguna otra organización multilateral. Más difícil de superar es la falta de voluntad. Las guerrillas han demostrado ser lamentablemente exitosas en la expulsión o la neutralización de fuerzas de paz internacionales. Piense en las tropas norteamericanas y francesas en Beirut en 1983, o el incidente de la caída del Halcón Negro en Somalia en 1993.
Con demasiada frencuencia, cuando países extranjeros acuerdan enviar tropas, están tan temerosos de las bajas que imponen normas de compromiso que excluyen la acción significativa. Piense en la ineficacia de los pacificadores de la Unión Africana con respecto al genocidio de Darfur, o los pacificadores de la ONU con respecto al genocidio de Ruanda (1994). Incluso la alianza militar más poderosa del mundo no es inmune a estos problemas. La OTAN ha encontrado evidencias de ellos en el intento de que los estados miembros cumplieran con sus obligaciones en Afganistán.
Si la OTAN no hace lo suficiente para ganar la guerra en Afganistán, su mayor prioridad, entonces hay pocas probabilidades de que asigne tropas para patrullar las áreas tribales pakistaníes o la costa de Somalia. Y si los miembros de la OTAN no actúan, ¿quién lo hará?
Esa dificultad plantea ideas cuestionables tales como la que acaba de presentar Robert Kagan (teórico de política exterior): “La comunidad internacional tiene que declarar que partes de Pakistán se han vuelto ingobernables y una amenaza para la seguridad interancional. Hay que establecer una fuerza internacional que trabaje con los pakistaníes para eliminar de raíz los campos terroristas en Cachemira y en las zonas tribales”.
Es una tragedia el hecho de que tales propuestas no tengan la posibilidad de ser hechas realidad hasta que ocurra un drama. Si sufrimos otro 11 de septiembre, o algo peor, y los culpables pueden rastrearse hasta Pakistán, entonces Estados Unidos y sus aliados reunirán los medios para actuar. Pero antes no.
Dada tan triste realidad, tiene sentido pensar en la segunda mejor alternativa. En el caso de los piratas somalíes, soluciones creativas pueden incluir el uso de potencia aérea y naval para atacar las bases desde las que operan, y emplear mercenarios de Blackwater u otros para agregar esfuerzos de protección a los de las marinas del mundo. En Pakistán eso significa continuar con los ataques aéreos y proporcionar asistencia a las milicias tribales que tienen sus propios motivos en contra de los intrusos jihadistas. En ambos lugares, Estados Unidos debería estar haciendo lo que puede, en cooperación con aliados y organizaciones multilaterales, para reforzar a la autoridad central.
Pero no debemos engañarnos al pensar que alguna de estas medidas tiene mucha posibilidad de éxito. Hasta que estemos dispuestos a colocar más espacios ingobernables bajo una administración internacional, vilezas como la piratería y el terrorismo seguirán creciendo.
Traducido de: Pirates, Terrorism and Failed States. Max Boot, Jeane J. Kirkpatrick Senior Fellow for National Security Studies. December 8, 2008. Wall Street Journal.
véase el art. original en: http://www.cfr.org/publication/17942/
El secuestro del petrolero saudita
Piratas somalíes capturados (noviembre 2008, después del secuestro del petrolero saudita)
08 diciembre 2008
Los atentados en Bombay: por qué un estilo de guerrillas y no atentados suicidas
Al Qaeda y sus grupos afiliados locales adoptaron como modo de operación el ataque suicida, y lo han utilizado siempre como parte de su repertorio terrorista. De hecho, Al Qaeda se ha convertido en el grupo dominante en el escenario mundial con respecto al terrorismo suicida. Si bien este modus operandi sigue siendo muy difícil de contrarrestar sin una inteligencia preliminar, los perpetradores de los ataques terroristas en Bombay, presuntamente afiliados a Al Qaeda, eligieron una táctica diferente.
Los ataques suicidas como ideología y simbolismo
Una de las principales fuerzas en el fenómeno de la proliferación del terrorismo suicida y su transformación de un fenómeno local a uno internacional, fue el factor ideológico. A nivel ideológico, Al Qaeda introdujo la idea del auto-sacrificio, “Istishhad”, como el supremo compromiso y la manifestación última de la jihad global, su valor organizacional principal, y se convirtió en su propia “marca registrada”. Los grupos radicales islámicos afiliados locales adoptaron el suicidio como la suprema encarnación de la jihad global, y elevaron el martirio del sacrificio personal a la condición de principio de fe. El concepto de “Istishhad” como un deber personal de llevar a cabo la jihad como parte de la guerra, es parte de una filosofía global que ve a la jihad activa contra los enemigos del Islam como un pilar ideológico central y un ideal de organización.
Lashkar-e-Taiba
Las organizaciones terroristas pan-islamistas con base en Pakistán, que están aliadas con Al Qaeda y su Frente Islámico Internacional (IIF), han sido coherentes en la búsqueda de su estrategia a largo plazo dirigida contra la India.
La más virulenta y activa de estas organizaciones es Lashkar-e-Taiba (LET), cuyos cuarteles generales antes solían estar en Muridke, cerca de Lahore, en Pakistán. Es responsable de la mayoría de los ataques suicidas en la India desde que se unió con el IFF de Bin Laden poco después de su formación en 1988. Antes de que se uniera al IFF, no creía en el terrorismo suicida. De acuerdo con Hafiz Muhammad Sa´eed, el Emir del Let,“la jihad se propagaría a través de toda Cachemira. Se esparciría hasta cada pico, cada bosque, y cada ruta”. Como parte de su nueva estrategia, el Lashkar llegó con un nuevo significado para los atacantes suicidas, que llamó Misiones “Ibn Taimiya Fida´i”, en memoria del estudioso islámico árabe medieval que realizó una cruzada en contra de lo que él veía como prácticas anti-islámicas.
El 26 de diciembre de 2001, el gobierno de los Estados Unidos designó al LeT como Organización Terrorista Extranjera. Además, el 12 de enero de 2002, el gobierno pakistaní le prohibió a la organización operar en el país. Después de las prohibiciones de Estados Unidos y Pakistán, el LeT se rebautizó a sí mismo como Jamaat U Da´awa (JUD), en un esfuerzo por evadir las sanciones y continuar las operaciones. De acuerdo al Departamento del Tesoro norteamericano, el JUD, aunque proclama ser una organización humanitaria, todavía mantiene su agenda violenta, como lo expresan sus actividades. Un reciente artículo publicado por la revista JUD, ensalza los ataques suicidas por parte de terroristas en todo el mundo, mencionando las actividades de los Talibán, los insurgentes iraquíes y la Jihad Islámica Palestina. Además, el Departamento del Tesoro sostiene que el JUD utiliza la vasta infraestructura construida por el LeT, que incluye mezquitas, madrasas y oficinas de recaudación en Pakistán utilizadas para recolectar dinero y reclutar nuevos miembros.
El 16 de enero de 2008, el “Comité de Sanción a Al Qaeda y los Talibán”, del Consejo de Seguridad de la ONU, nombró a tres kuwaitíes por proporcionar respaldo a Al Qaeda. Los tres kuwaitíes, Hamid al-Ali, Jaber al-Jalamah, y Mubarak al-Bathali, fueron agregados a la llamada “lista 1267” de la ONU de casi 500 individuos y entidades vinculadas a Al Qaeda y los Talibán. Jaber al-Jalamah proporcionaba asistencia financiera y logística para Al Qaeda en Irak. Según el Departamento del Tesoro norteamericano, esta persona reclutaba “una importante cantidad de hombres” para luchar en la organización, incluyendo potenciales atacantes suicidas, y tenía un contacto directo con Osama Bin Laden.
Mubarak al-Bathali ayudaba a recaudar fondos para una serie de organizaciones terroristas, incluyendo a Al Qaeda, Ansar al-Islam en Irak, y Lashkar-e-Taiba en Pakistán, hablando en mezquitas en Kuwait. De acuerdo con el gobierno australiano, Lashkar-e-Taiba es el ala militar de Markaz-ud-Dawa-war-Irshad (MDI). El LeT también es conocido como Paasban-e-Kashmir y Paasban-i-Ahle-Hadith. Estos datos han sido corroborados por materiales provenientes de investigaciones de inteligencia dentro de las actividades del LeT. El LeT ha estado involucrado en una serie de ataques terroristas, incluyendo ataques suicidas, contra no-musulmanes en Cachemira, fuerzas de seguridad indias e instalaciones del gobierno indio.
El gobierno de la India ha implicado públicamente a la organización terrorista Jaish-e-Mohammed, junto con Lashkar-e-Taiba, por el ataque de diciembre de 2001 al Parlamento Indio que mató a nueve personas e hirió a otras 18. Según fuentes de seguridad india, en los ataques llevados a cabo por el LeT en el Parlamento Indio el 13 de diciembre de 2001 y el ataque al sitio Ram Janambhoomi en el 2005, los atacantes usaban cinturones o chalecos suicidas.
Por qué un estilo de guerrilla y no un atentado suicida
Considerando la estrategia operativa de fondo del Lashkar, el ataque a Bombay demostró el hecho de que esta vez no estamos tratando con la clase de ataque terrorista experimentado cada vez más por la India en los últimos años –una serie de explosiones simultáneas provocadas por organizaciones islámicas radicales con el fin de matar hindúes en masa. Esta vez, vimos una plena ofensiva de estilo de guerra de guerrilla urbana, con claros sellos militares, enfocándose como objetivo en una ciudad considerada el centro económico y turístico de la India. La mezcla de objetivos, así como los informes de que los terroristas musulmanes que irrumpieron en Bombay llegaron desde afuera de la India, por mar, podría señalar el hecho de que la ofensiva fue una operación conjunta iniciada por fuerzas de la Jihad global (Al Qaeda) y grupos musulmanes indios que operan en un contexto religioso y político local.
El ataque en Bombay no fue directamente un ataque suicida, como hemos experimentado en estos últimos años, que lleva el sello de la jihad global y la inspiración de Al Qaeda. Por lo general, los ataques suicidas se caracterizan como “un método operativo en el cual el acto mismo del ataque depende de la muerte del perpetrador, una situación en la que el terrorista está plenamente consciente de que si no se mata a sí mismo, el ataque planeado no se llevará a cabo. No puede completar su misión y salir vivo al mismo tiempo”.
En el ataque en Bombay, es evidente que los perpetradores no operaban como suicidas: estaban actuando con un gran estilo de guerra de guerrilla, a pesar del resultado final en el que los terroristas fueron asesinados después de 62 largas horas de asedio y un combate decidido de puerta a puerta.
A diferencia de ataques anteriores en la India este mismo año, que consistieron en atentados como bombas plantadas de forma anónima, los agresores de Bombay eran espectacularmente confrontativos, estaban también armados con AK47 y granadas de mano, estaban altamente entrenados, determinados, y llevaron a cabo incidentes múltiples y móviles, que lograron un alto número de víctimas antes de que alguien pudiera localizar con exactitud las amenazas y reaccionar de forma efectiva.
Podría esperarse que una organización local afiliada a Al Qaeda, como Lashkar-e-Taiba o Jaish Muhammad (que todavía no se ha establecido) empleara el ataque suicida como una forma de operación más que una campaña de rápida movilización. Como se mencionó antes, Lashkar-e-Taiba ha utilizado los ataques suicidas en el pasado y habría que preguntarse por qué este no fue un ataque suicida.
¿Por qué molestarse en gastar mucho tiempo en preparativos y esfuerzos operacionales en crear un equipo de asalto altamente calificado, cuando habría sido mucho más fácil y simple enviar un grupo de atacantes suicidas que se habrían detonado a sí mismos en lugares muy concurridos logrando el mismo impacto y los mismos resultados? ¿El reciente atentado es una manifestación de una nueva tendencia que pasa de los ataques suicidas tradicionales a una nueva forma de operación? ¿Fue un caso aislado no representativo o una señal de una nueva tendencia con relación a la futura naturaleza de las organizaciones terroristas islámicas afiliadas a Al Qaeda?
Ya se están escuchando voces críticas con respecto a los operativos militares de la India, la guardia costera y la respuesta de la policía ante el ataque, señalando y criticando la lentitud y la insuficiencia de la respuesta, la completa incapacidad e incompetencia del aparato de seguridad indio, las alertas de inteligencia que fueron dadas al gobierno estatal, y que también fueron transmitidas a los servicios de seguridad de los hoteles, pero fueron ignoradas o no traducidas en medidas de seguridad… la realidad es que hubo un amplio fallo estructural en Bombay.
Obviamente, el ataque a Bombay, sacó a la superficie las críticas internas del público y las voces de respetables expertos indios contra el terrorismo llamando urgentemente a una reestructuración organizacional interna dentro de los organismos contraterroristas del gobierno indio como la Oficina de Inteligencia, el Ala de Investigación y Análisis (R&AW), el ejército, la policía del estado, la guardia costera, y los aparatos de inteligencia.
Una de las sugerencias es crear y desarrollar organismos conjuntos de coordinación para asegurar la acción operativa conjunta en todos los aspectos relacionados con el terrorismo. Cada organismo es igual y participa en forma conjunta y responsable del proceso entero de contra-terrorismo, desde la recolección hasta la acción sobre la inteligencia recogida. Si hubiera existido un sistema de este tipo, los avisos emitidos por ellos sobre la posibilidad de un ataque de Lashkar-e-Taiba por mar a Bombay (que no fueron escuchados por la policía de Bombay) la inacción no habría tenido lugar, porque el IB y la R&AW habrían sido tan responsables por las acciones subsiguientes como la Policía de Bombay.
Sin embargo, para todos nosotros fuera de la India, como observadores externos, sería prematuro en esta etapa hacer conclusiones estratégicas y operativas, y no hay necesidad de entrar en especulaciones o teorías; debemos esperar con paciencia para conseguir respuestas a través de las rigurosas investigaciones llevadas a cabo por las autoridades indias y otros gobiernos alrededor del mundo por medio de sus agencias de inteligencia y de aplicación de leyes. Las reacciones de histeria masiva, y la retórica repetida por expertos contra el terrorismo describiendo al ataque de Bombay como el “escenario del juicio final” son prematuras, contraproducentes e innecesarias en este momento. La cuestión estratégica dentro del análisis deberá proporcionar respuestas sobre cuál fue la “raison d´etre” y la intención estratégica de la organización terrorista que inició y perpetró el ataque a Bombay, ¿fue una manifestación de una nueva tendencia de modus operandi de la jihad global o un evento aislado?
Traducido de: The Mumbai Attacks – Why Guerilla-Style and not Suicide Bombing?
Jonathan Fighel. En: ICT (International Institute for Counter-Terrorism)
Jonathan Fighel. En: ICT (International Institute for Counter-Terrorism)
véase el art. original en: http://www.ict.org.il/Articles/tabid/66/Articlsid/539/currentpage/1/Default.aspx
03 diciembre 2008
Terrorismo en la India
La India ha sufrido por mucho tiempo la violencia de los ataques extremistas basados en movimientos separatistas y secesionistas, al igual que en desacuerdos ideológicos. En particular se considera que la disputa territorial sobre Cachemira (región en disputa entre la India y Pakistán) ha multiplicado los ataques terroristas a gran escala, como por ejemplo los atentados en un conmutador de trenes de Bombay en julio de 2006, y una mortífera explosión en la línea de ferrocarriles entre la India y Pakistán en febrero de 2007. La violencia relacionada con Cachemira plantea la preocupación internacional acerca de una posible vinculación en cadena de militarización islamista transnacional.
El ataque terrorista a un hotel del distrito de Bombay el 26 de noviembre, adjudicado por un grupo desconocido llamado los “Mujahideen del Decán”, parece confirmar un inquietante giro de los acontecimientos a nivel nacional. Recientemente, un grupo autodenominado Mujahideen de la India se sumó a la lista de organizaciones terroristas, adjudicándose la responsabilidad por una serie de atentados en noviembre de 2007 en el estado de Uttar Pradesh, y los ataques de 2008 en las ciudades indias de Nueva Delhi, Jaipur y Ahmedabad. Sus relaciones con el nuevo grupo Mujahideen del Decán no están claras.
Por otra parte, la India enfrenta otra amenaza extremista: una insurgencia maoísta de revolucionarios llamados “Naxalitas” ha emergido a lo largo de una amplia franja del centro de la India –llamado el “corredor rojo”- cobrándose una creciente cantidad de víctimas.
El ataque terrorista a un hotel del distrito de Bombay el 26 de noviembre, adjudicado por un grupo desconocido llamado los “Mujahideen del Decán”, parece confirmar un inquietante giro de los acontecimientos a nivel nacional. Recientemente, un grupo autodenominado Mujahideen de la India se sumó a la lista de organizaciones terroristas, adjudicándose la responsabilidad por una serie de atentados en noviembre de 2007 en el estado de Uttar Pradesh, y los ataques de 2008 en las ciudades indias de Nueva Delhi, Jaipur y Ahmedabad. Sus relaciones con el nuevo grupo Mujahideen del Decán no están claras.
Por otra parte, la India enfrenta otra amenaza extremista: una insurgencia maoísta de revolucionarios llamados “Naxalitas” ha emergido a lo largo de una amplia franja del centro de la India –llamado el “corredor rojo”- cobrándose una creciente cantidad de víctimas.
¿La India enfrenta una grave amenaza de grupos extremistas?
Los expertos dicen que sí. La cantidad exacta de grupos que orquestan los atentados en la India es difícil de precisar debido a la fragmentación de los movimientos, pero el país enfrenta una posible violencia perpetrada por docenas de grupos extremistas. Más de 2750 personas en toda la India han muerto a raíz de la violencia relacionada con el terrorismo en el año 2006 (1).
¿Por qué la India enfrenta un violento extremismo?
Desde principios de su historia post-colonial, la India ha experimentado violencia relacionada con movimientos separatistas e insurgentes, desde la disputa territorial sobre Cachemira, pasando por el movimiento separatista Sikh en el Punjab, hasta un movimiento secesionista en el estado nororiental de Assam.
Esta nación es la democracia más grande del mundo; con aproximadamente mil millones de habitantes, tiene una gran cantidad de minorías étnicas y religiosas (2) que están sometidas a una subordinación económica, y que frecuentemente buscan concesiones territoriales.
Conflictos inter-étnicos han golpeado a la India en sus niveles más altos. En la India los magnicidios son una constante. Mahatma Gandhi fue asesinado por un hinduista acérrimo, un año después de haber conseguido la independencia del país, por haber permitido la partición de Pakistán. A Indira Gandhi la asesinaron en 1984, miembros sikhs de su cuerpo de guardaespaldas, a raíz de la represión en el Templo Dorado de Amritsar, un santuario donde los sikhs estaban intentando la separación del Punjab (buscaban crear el estado independiente de Khalistán). Finalmente, a Rajiv Gandhi lo mató una mujer suicida en la ciudad sureña de Sriperumbudur. En este caso, Rajiv, nieto de Nehru, había abandonado a los Tigres de Tamil Eelam, una guerrilla hinduista que luchaba contra el ejército de Sri Lanka para convertir a la península de Jaffna en un estado independiente o por lo menos en una provincia de la India.
Los diferentes grupos étnicos y religiosos, o las clases sociales, frecuentemente actúan como nacionalidades individuales que provocan la movilización en apoyo a una causa. Si los reclamos no son atendidos, estos movimientos se convierten en extremismos.
Los naxalitas
Los naxalitas son extremistas de izquierda que toman su nombre de Naxalbari, un poblado del estado de Bengala Occidental donde originaron un levantamiento por primera vez en 1967. Los grandes esfuerzos contrainsurgentes de la India en la década del setenta casi aniquila a este grupo, dejándolo fragmentado en pequeñas facciones, incluyendo Guerra Popular y Centro Comunista Maoísta. En 2004, estos dos grupos se aliaron para formar el Partido Comunista de la India (Maoista). El grupo, constituido ahora por una coalición de facciones, desafía al poder del Estado con violencia para respaldar su objetivo declarado de ayudar a los pobres sin tierra, al pueblo tribal, y a las castas inferiores.
El problema de raíz en la zona de los naxalitas es la pobreza y la desigual distribución de los recursos. El problema principal es la distribución, porque los fondos están.
En el año 2004, el reajuste de las facciones de los Naxalitas resultó en un “corredor rojo” de actividad que va desde la frontera con Nepal a través de trece de los veintiocho estados de la India. La franja pasa a través de los bosques y junglas de la India central, donde el grupo se refugia y recluta combatientes en la población empobrecida de la región.
Los estados de Andrha Pradesh, Bihar, Bengala Occidental, Jharkhand, y Orissa han presenciado altos niveles de actividad de los naxalitas; pero sin embargo, la peor parte la obtuvo Chhattisgarh, que en el año 2006 tuvo más de 360 muertos a raíz de esta violencia maoísta; en Chhattisgarh, un estado con una población mayoritariamente tribal, una pobreza extrema, etc., los naxalitas han diseminado exitosamente su mensaje revolucionario enfocándose en el fracaso del sistema gubernamental.
Los naxalitas reclutan combatientes voluntariamente y a veces por la fuerza. Sus seguidores utilizan armas cortas y explosivos caseros, incluyendo minas terrestres. Recaudan fondos a través de la extorsión o la creación de administraciones paralelas para recolectar impuestos en áreas rurales donde los gobiernos locales y el estado indio parecen ausentes.
Una amenaza para la seguridad india
Los naxalitas son la mayor amenaza para la seguridad interna de la India, según lo afirmó el primer ministro Manmohan Singh en el año 2006. Los naxalitas, que serían entre diez y veinte mil hombres, libran una campaña de violencia y secuestros contra el personal de seguridad y grupos de vigilancia.
Los continuos enfrentamientos entre maoístas y el gobierno han obligado a miles de aldeanos a buscar refugio en asentamientos gubernamentales temporales o en campos de los mismos naxalitas.
Los naxalitas y el conflicto por Cachemira
El conflicto por Cachemira es un movimiento extremista separado. Cachemira ha sido durante mucho tiempo un punto candente entre los estados nucleares de Pakistán e India. Las dos naciones comenzaron un proceso de paz en 2004 para resolver sus diferencias, incluyendo el tema de Cachemira, que los ataques terroristas posteriores no han podido frustrar. Grupos activos en Cachemira y listados por el Departamento de Estado como organizaciones terroristas incluyen a Lashkar-e-Taiba, Harakat ul-Mujahideen, y Jaish-e-Muhammed. El grupo sospechoso de ser el principal partícipe en los ataques terroristas en suelo indio desde el 11 de septiembre es Lashkar-e-Taiba.
Lashkar-e-Taiba
Lashkar-e-Taiba (LeT), o “Ejército de los Puros”, es el brazo armado de una organización religiosa fundada en 1989 con sede en Pakistán. Durante la década de 1990, el grupo recibió instrucciones y financiamiento por parte de los servicios de inteligencia pakistaníes (ISI), a cambio de la promesa de tomar como objetivos a hindúes en Jammu y Cachemira y entrenar a extremistas musulmanes en suelo indio. Después del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos lo incluyó en la lista de organizaciones terroristas e Islamabad lo proscribió: este grupo pasó a la clandestinidad, ya muy fragmentado, utilizando diferentes nombres... Sin embargo este grupo sigue siendo sospechoso de haber participado en varios atentados a gran escala en la India, como por ejemplo el ataque al parlamento en Nueva Delhi en diciembre de 2001, la explosión de un tren que circulaba entre la India y Pakistán en febrero de 2007, entre otros.
Movimiento de Estudiantes Islámicos de la India (SIMI)
El Movimiento de Estudiantes Islámicos de la India (SIMI), fundado en el estado de Uttar Pradesh en 1977 para promover la enseñanza del Islam, fue radicalizándose cada vez más en el decenio de 1990. El fundador original, Mohammad Siddiqi Ahmadullah (que ahora dicta clases de periodismo en la Universidad de Illinois Occidental), sostuvo que el grupo ahora es totalmente diferente al que él había creado. Al parecer, este grupo jihadista refuerza al LeT ayudándole a expandir sus actividades dentro de la India. Nueva Delhi proscribió al SIMI en el año 2001, etiquetándolo como una organización terrorista después de que varios estados indios dijeran que estaban incitando a los disturbios y la violencia. Muchos de sus miembros principales fueron encarcelados y el grupo entró en la clandestinidad en aquel momento. La organización continúa ejerciendo presión para el levantamiento de la proscripción de sus actividades, pero en febrero de 2007 la Suprema Corte de la India etiquetó al SIMI como “secesionista”y se negó a poner fin a la prohibición. La policía india sospecha que el SIMI tiene vínculos con los mujahideen indios, el grupo que reivindicó su responsabilidad por varios atentados en 2007 y 2008.
Los grupos terroristas que utilizan a Cachemira como un grito de guerra se han vinculado crecientemente con un movimiento islamista más general, según el cual la India es considerada una estado anti-musulmán. Estos grupos terroristas la ven como parte del enemigo junto a Occidente, y por lo tanto “debe” ser atacada.
Los musulmanes constituyen el grupo minoritario más grande del país, y la India tiene la segunda población musulmana más grande del mundo después de Indonesia. Sin embargo, un controvertido informe publicado por el Sachar Committee de Nueva Delhi en noviembre de 2006 encontró que los musulmanes de la India están rezagados (CS Monitor) con respecto al resto de los indios en términos de alfabetización, tasas de empleo, e ingresos. Incluso el tema de Cachemira va más allá: demuestra la incapacidad del estado indio en enfrentar la desigualdad y la situación de desventaja que tienen los musulmanes en la India.
¿Cómo combate la India a los grupos extremistas?
A pesar de las insurgencias en curso y las amenazas terroristas en la India, los expertos reconocen la postura histórica de Nueva Delhi de hacer frente efectivamente con los extremistas a través de una combinación de un fuerte despliegue militar y el tratamiento de las quejas a través de negociaciones.
Pero sin embargo grupos defensores de los derechos humanos a nivel nacional e internacional protesta sobre el enfoque a menudo torpe de la India. Human Rights Watch informa que las fuerzas de seguridad que operan en Cachemira abusan de las leyes estatales permitiendo la fuerza letal, y detalla múltiples casos donde policía o el ejército asesina a civiles inocentes. El informe llama a la tortura en la India “endémica” y cita a un abogado indio que llama a la práctica “rutina” pero dice que “la mayoría de la gente está tan contenta de salir viva de un interrogatorio, que realmente no se queja”. Amnesty International documentó abusos similares de poder por parte de personal de seguridad en el estado nororiental de Assam. El Asian Center for Human Rights, con sede en Nueva Delhi, sostiene que las fuerzas de seguridad y un grupo paramilitar con apoyo estatal mató a 330 personas durante las campañas anti-naxalitas.
Ley antiterrorismo en la India
No hay. Cuando Singh tomó el control del parlamento indio en el año 2004, una de sus primeras acciones de gobierno fue derogar el Acta de Prevención de Actividades Terroristas. Aprobada en 2002, la ley fue fustigada por grupos defensores de los derechos humanos, quienes sostenían que su lenguaje vago le daba a la policía libertad de hostigar a las minorías religiosas y étnicas.
El gobierno de Singh no ha promulgado una ley revisada para reemplazarla, pero el gobierno puede prohibir a los grupos extremistas por actividades criminales en virtud del Acta de (Prevención) de Actividades Ilegales, aprobada en 1967 y modificada en 2004.
Influencia extranjera en los grupos extremistas de la India
Grupos terroristas extranjeros se infiltran en la India para organizar ataques. En Asia es habitual que los entrenamientos de den en países vecinos. La India misma ayudó a entrenar a los extremistas de Sri Lanka, los Tigres de Tamil Eelam, durante la década de 1980, que más tarde supuestamente orquestaron el asesinato del ex primer ministro Rajiv Gandhi en 1991 en un ataque suicida. Los extremistas de la India también recibieron entrenamiento en otros países.
Influencias de otros países en el extremismo indio
Pakistán. Extremistas con base en Pakistán han desempeñado un rol durante mucho tiempo en el conflicto por Cachemira. Los servicios de inteligencia pakistaníes respaldaban a los militantes cachemires, y se sostiene que aún siguen haciéndolo. El presidente pakistaní Pervez Musharraf hizo una promesa después del 11 de septiembre tomar medidas drásticas contra los grupos terroristas que operan en Cachemira, forzando a los grupos a evolucionar, escindirse y entrar en la clandestinidad.
Bangladesh. El aumento del extremismo islámico en Bangladesh cerca de la frontera india ha causado temores de efectos colaterales en la India. Bangladesh ha servido durante mucho tiempo como un santuario y base de entrenamiento para militantes separatistas del noreste como el Frente Unido por la Liberación de Assam.
Nepal. Hay indicios de que el éxito de los rebeldes maoístas en la vecina Nepal ha reforzado a los grupos extremistas del ala izquierda en la India. Los maoístas nepaleses e indios ofrecen mutuamente apoyo ideológico y posiblemente militar. Los dos grupos lanzaron su primer ataque conjunto en el estado indio de Bihar en abril de 2005.
Notas
(1) Según un análisis del South Asia Terrorism Portal, un proyecto del Instituto para la Gestión de Conflictos, un gabinete estratégico independiente con sede en Nueva Delhi.
(2) La India está constituida por una gran cantidad de pueblos, como por ejemplo el bengalí, el tamil, el cachemir y el punjabí. A su vez, está dividida en religiones como el hinduismo, el islamismo, el budismo, y las creencias sikhs. La religión hindú, que desciende de los Vedas (libros sagrados) pero no tiene profetas, es la creencia mayoritaria. Siddarta Gautama nació, creció y desarrolló su doctrina en la India. Entretanto, en el norte, buscando un punto final para los permanentes enfrentamientos entre hinduistas y musulmanes, surgió en el siglo XV la religión sikh, que incorpora las enseñanzas védicas y las coránicas.
Los expertos dicen que sí. La cantidad exacta de grupos que orquestan los atentados en la India es difícil de precisar debido a la fragmentación de los movimientos, pero el país enfrenta una posible violencia perpetrada por docenas de grupos extremistas. Más de 2750 personas en toda la India han muerto a raíz de la violencia relacionada con el terrorismo en el año 2006 (1).
¿Por qué la India enfrenta un violento extremismo?
Desde principios de su historia post-colonial, la India ha experimentado violencia relacionada con movimientos separatistas e insurgentes, desde la disputa territorial sobre Cachemira, pasando por el movimiento separatista Sikh en el Punjab, hasta un movimiento secesionista en el estado nororiental de Assam.
Esta nación es la democracia más grande del mundo; con aproximadamente mil millones de habitantes, tiene una gran cantidad de minorías étnicas y religiosas (2) que están sometidas a una subordinación económica, y que frecuentemente buscan concesiones territoriales.
Conflictos inter-étnicos han golpeado a la India en sus niveles más altos. En la India los magnicidios son una constante. Mahatma Gandhi fue asesinado por un hinduista acérrimo, un año después de haber conseguido la independencia del país, por haber permitido la partición de Pakistán. A Indira Gandhi la asesinaron en 1984, miembros sikhs de su cuerpo de guardaespaldas, a raíz de la represión en el Templo Dorado de Amritsar, un santuario donde los sikhs estaban intentando la separación del Punjab (buscaban crear el estado independiente de Khalistán). Finalmente, a Rajiv Gandhi lo mató una mujer suicida en la ciudad sureña de Sriperumbudur. En este caso, Rajiv, nieto de Nehru, había abandonado a los Tigres de Tamil Eelam, una guerrilla hinduista que luchaba contra el ejército de Sri Lanka para convertir a la península de Jaffna en un estado independiente o por lo menos en una provincia de la India.
Los diferentes grupos étnicos y religiosos, o las clases sociales, frecuentemente actúan como nacionalidades individuales que provocan la movilización en apoyo a una causa. Si los reclamos no son atendidos, estos movimientos se convierten en extremismos.
Los naxalitas
Los naxalitas son extremistas de izquierda que toman su nombre de Naxalbari, un poblado del estado de Bengala Occidental donde originaron un levantamiento por primera vez en 1967. Los grandes esfuerzos contrainsurgentes de la India en la década del setenta casi aniquila a este grupo, dejándolo fragmentado en pequeñas facciones, incluyendo Guerra Popular y Centro Comunista Maoísta. En 2004, estos dos grupos se aliaron para formar el Partido Comunista de la India (Maoista). El grupo, constituido ahora por una coalición de facciones, desafía al poder del Estado con violencia para respaldar su objetivo declarado de ayudar a los pobres sin tierra, al pueblo tribal, y a las castas inferiores.
El problema de raíz en la zona de los naxalitas es la pobreza y la desigual distribución de los recursos. El problema principal es la distribución, porque los fondos están.
En el año 2004, el reajuste de las facciones de los Naxalitas resultó en un “corredor rojo” de actividad que va desde la frontera con Nepal a través de trece de los veintiocho estados de la India. La franja pasa a través de los bosques y junglas de la India central, donde el grupo se refugia y recluta combatientes en la población empobrecida de la región.
Los estados de Andrha Pradesh, Bihar, Bengala Occidental, Jharkhand, y Orissa han presenciado altos niveles de actividad de los naxalitas; pero sin embargo, la peor parte la obtuvo Chhattisgarh, que en el año 2006 tuvo más de 360 muertos a raíz de esta violencia maoísta; en Chhattisgarh, un estado con una población mayoritariamente tribal, una pobreza extrema, etc., los naxalitas han diseminado exitosamente su mensaje revolucionario enfocándose en el fracaso del sistema gubernamental.
Los naxalitas reclutan combatientes voluntariamente y a veces por la fuerza. Sus seguidores utilizan armas cortas y explosivos caseros, incluyendo minas terrestres. Recaudan fondos a través de la extorsión o la creación de administraciones paralelas para recolectar impuestos en áreas rurales donde los gobiernos locales y el estado indio parecen ausentes.
Una amenaza para la seguridad india
Los naxalitas son la mayor amenaza para la seguridad interna de la India, según lo afirmó el primer ministro Manmohan Singh en el año 2006. Los naxalitas, que serían entre diez y veinte mil hombres, libran una campaña de violencia y secuestros contra el personal de seguridad y grupos de vigilancia.
Los continuos enfrentamientos entre maoístas y el gobierno han obligado a miles de aldeanos a buscar refugio en asentamientos gubernamentales temporales o en campos de los mismos naxalitas.
Los naxalitas y el conflicto por Cachemira
El conflicto por Cachemira es un movimiento extremista separado. Cachemira ha sido durante mucho tiempo un punto candente entre los estados nucleares de Pakistán e India. Las dos naciones comenzaron un proceso de paz en 2004 para resolver sus diferencias, incluyendo el tema de Cachemira, que los ataques terroristas posteriores no han podido frustrar. Grupos activos en Cachemira y listados por el Departamento de Estado como organizaciones terroristas incluyen a Lashkar-e-Taiba, Harakat ul-Mujahideen, y Jaish-e-Muhammed. El grupo sospechoso de ser el principal partícipe en los ataques terroristas en suelo indio desde el 11 de septiembre es Lashkar-e-Taiba.
Lashkar-e-Taiba
Lashkar-e-Taiba (LeT), o “Ejército de los Puros”, es el brazo armado de una organización religiosa fundada en 1989 con sede en Pakistán. Durante la década de 1990, el grupo recibió instrucciones y financiamiento por parte de los servicios de inteligencia pakistaníes (ISI), a cambio de la promesa de tomar como objetivos a hindúes en Jammu y Cachemira y entrenar a extremistas musulmanes en suelo indio. Después del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos lo incluyó en la lista de organizaciones terroristas e Islamabad lo proscribió: este grupo pasó a la clandestinidad, ya muy fragmentado, utilizando diferentes nombres... Sin embargo este grupo sigue siendo sospechoso de haber participado en varios atentados a gran escala en la India, como por ejemplo el ataque al parlamento en Nueva Delhi en diciembre de 2001, la explosión de un tren que circulaba entre la India y Pakistán en febrero de 2007, entre otros.
Movimiento de Estudiantes Islámicos de la India (SIMI)
El Movimiento de Estudiantes Islámicos de la India (SIMI), fundado en el estado de Uttar Pradesh en 1977 para promover la enseñanza del Islam, fue radicalizándose cada vez más en el decenio de 1990. El fundador original, Mohammad Siddiqi Ahmadullah (que ahora dicta clases de periodismo en la Universidad de Illinois Occidental), sostuvo que el grupo ahora es totalmente diferente al que él había creado. Al parecer, este grupo jihadista refuerza al LeT ayudándole a expandir sus actividades dentro de la India. Nueva Delhi proscribió al SIMI en el año 2001, etiquetándolo como una organización terrorista después de que varios estados indios dijeran que estaban incitando a los disturbios y la violencia. Muchos de sus miembros principales fueron encarcelados y el grupo entró en la clandestinidad en aquel momento. La organización continúa ejerciendo presión para el levantamiento de la proscripción de sus actividades, pero en febrero de 2007 la Suprema Corte de la India etiquetó al SIMI como “secesionista”y se negó a poner fin a la prohibición. La policía india sospecha que el SIMI tiene vínculos con los mujahideen indios, el grupo que reivindicó su responsabilidad por varios atentados en 2007 y 2008.
Los grupos terroristas que utilizan a Cachemira como un grito de guerra se han vinculado crecientemente con un movimiento islamista más general, según el cual la India es considerada una estado anti-musulmán. Estos grupos terroristas la ven como parte del enemigo junto a Occidente, y por lo tanto “debe” ser atacada.
Los musulmanes constituyen el grupo minoritario más grande del país, y la India tiene la segunda población musulmana más grande del mundo después de Indonesia. Sin embargo, un controvertido informe publicado por el Sachar Committee de Nueva Delhi en noviembre de 2006 encontró que los musulmanes de la India están rezagados (CS Monitor) con respecto al resto de los indios en términos de alfabetización, tasas de empleo, e ingresos. Incluso el tema de Cachemira va más allá: demuestra la incapacidad del estado indio en enfrentar la desigualdad y la situación de desventaja que tienen los musulmanes en la India.
¿Cómo combate la India a los grupos extremistas?
A pesar de las insurgencias en curso y las amenazas terroristas en la India, los expertos reconocen la postura histórica de Nueva Delhi de hacer frente efectivamente con los extremistas a través de una combinación de un fuerte despliegue militar y el tratamiento de las quejas a través de negociaciones.
Pero sin embargo grupos defensores de los derechos humanos a nivel nacional e internacional protesta sobre el enfoque a menudo torpe de la India. Human Rights Watch informa que las fuerzas de seguridad que operan en Cachemira abusan de las leyes estatales permitiendo la fuerza letal, y detalla múltiples casos donde policía o el ejército asesina a civiles inocentes. El informe llama a la tortura en la India “endémica” y cita a un abogado indio que llama a la práctica “rutina” pero dice que “la mayoría de la gente está tan contenta de salir viva de un interrogatorio, que realmente no se queja”. Amnesty International documentó abusos similares de poder por parte de personal de seguridad en el estado nororiental de Assam. El Asian Center for Human Rights, con sede en Nueva Delhi, sostiene que las fuerzas de seguridad y un grupo paramilitar con apoyo estatal mató a 330 personas durante las campañas anti-naxalitas.
Ley antiterrorismo en la India
No hay. Cuando Singh tomó el control del parlamento indio en el año 2004, una de sus primeras acciones de gobierno fue derogar el Acta de Prevención de Actividades Terroristas. Aprobada en 2002, la ley fue fustigada por grupos defensores de los derechos humanos, quienes sostenían que su lenguaje vago le daba a la policía libertad de hostigar a las minorías religiosas y étnicas.
El gobierno de Singh no ha promulgado una ley revisada para reemplazarla, pero el gobierno puede prohibir a los grupos extremistas por actividades criminales en virtud del Acta de (Prevención) de Actividades Ilegales, aprobada en 1967 y modificada en 2004.
Influencia extranjera en los grupos extremistas de la India
Grupos terroristas extranjeros se infiltran en la India para organizar ataques. En Asia es habitual que los entrenamientos de den en países vecinos. La India misma ayudó a entrenar a los extremistas de Sri Lanka, los Tigres de Tamil Eelam, durante la década de 1980, que más tarde supuestamente orquestaron el asesinato del ex primer ministro Rajiv Gandhi en 1991 en un ataque suicida. Los extremistas de la India también recibieron entrenamiento en otros países.
Influencias de otros países en el extremismo indio
Pakistán. Extremistas con base en Pakistán han desempeñado un rol durante mucho tiempo en el conflicto por Cachemira. Los servicios de inteligencia pakistaníes respaldaban a los militantes cachemires, y se sostiene que aún siguen haciéndolo. El presidente pakistaní Pervez Musharraf hizo una promesa después del 11 de septiembre tomar medidas drásticas contra los grupos terroristas que operan en Cachemira, forzando a los grupos a evolucionar, escindirse y entrar en la clandestinidad.
Bangladesh. El aumento del extremismo islámico en Bangladesh cerca de la frontera india ha causado temores de efectos colaterales en la India. Bangladesh ha servido durante mucho tiempo como un santuario y base de entrenamiento para militantes separatistas del noreste como el Frente Unido por la Liberación de Assam.
Nepal. Hay indicios de que el éxito de los rebeldes maoístas en la vecina Nepal ha reforzado a los grupos extremistas del ala izquierda en la India. Los maoístas nepaleses e indios ofrecen mutuamente apoyo ideológico y posiblemente militar. Los dos grupos lanzaron su primer ataque conjunto en el estado indio de Bihar en abril de 2005.
Notas
(1) Según un análisis del South Asia Terrorism Portal, un proyecto del Instituto para la Gestión de Conflictos, un gabinete estratégico independiente con sede en Nueva Delhi.
(2) La India está constituida por una gran cantidad de pueblos, como por ejemplo el bengalí, el tamil, el cachemir y el punjabí. A su vez, está dividida en religiones como el hinduismo, el islamismo, el budismo, y las creencias sikhs. La religión hindú, que desciende de los Vedas (libros sagrados) pero no tiene profetas, es la creencia mayoritaria. Siddarta Gautama nació, creció y desarrolló su doctrina en la India. Entretanto, en el norte, buscando un punto final para los permanentes enfrentamientos entre hinduistas y musulmanes, surgió en el siglo XV la religión sikh, que incorpora las enseñanzas védicas y las coránicas.
Editorial del mismo blog. Sara.
Video: los ataques en Bombay.
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